Política

El Tren Maya y Pedro Salmerón

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A estas alturas del sexenio resulta difícil percibir los efectos que tendrá o podría tener la construcción del Tren Maya en la región del sureste y sus habitantes. Ese, que debería ser el criterio fundamental para valorar un proyecto ha quedado subordinado o, de plano, “invisibilizado” por la dura polarización política que vive el país. Me parece que los dos polos, es decir el presidente Andrés Manuel López Obrador y sus adversarios, han terminado por ser presa de esta confrontación en la que todos los días las partes hacen recuento de daños, presumen victorias y se ufanan de los desaciertos de su rival. Están tan empeñados en ganar la batalla de la jornada que hemos dejado de ver lo que en verdad importa posteriormente. ¿Puede el Tren Maya convertirse en detonante de una región tan atrasada? ¿Abre la posibilidad de que por fin el país ofrezca a los empobrecidos descendientes de los mayas la posibilidad de convertirse en algo más que meseros y jardineros de la Rivera Maya?

Por desgracia, parecería que toda empatía o solidaridad con los pueblos originarios o cualquier consideración honesta sobre lo que esta obra representa ha quedado subordinada por el debate que genera cada uno de los pasos de la ruta crítica de este proyecto. Lo mismo podría decirse del ambicioso proyecto del Canal Transístmico. La mera perspectiva de que México pudiera ofrecer una versión funcional y alternativa al Canal de Panamá es simplemente alucinante. Pero parecería ser que los ataques y la defensa de cada incidente en el desarrollo de estos proyectos tiene más que ver con el afán de ganar la batalla del día que con los propósitos del mismo. Esto no significa que la falta de un documento de impacto ambiental no sea importante, o que el número de árboles sacrificados y los sobrecostos presupuestales deban ser ignorados. El problema es cuando tales objeciones se esgrimen esencialmente con el propósito de descalificar el proyecto en su conjunto o minar las posibilidades de su realización sin que exista una valoración cabal de sus posibles resultados. Pero el argumento también opera en el sentido opuesto. Incluso en los casos en los que tales objeciones tienen algún sustento, el gobierno se siente en la necesidad de rechazarlas o minimizarlas con tal de no conceder un argumento a su enemigo.

El viejo refrán que sostiene que la primera víctima de toda guerra es la verdad podría extenderse también a la polarización política. Aunque verbal, es también una cruenta batalla que no admite heridos ni prisioneros, es decir, entraña la categórica negación de cualquier mérito del adversario y el nulo reconocimiento al mínimo error o flaqueza en el propio campo. No es la verdad lo que importa sino la imperiosa necesidad de negar una victoria al rival.

Ya no se trata de ver si Pedro Salmerón, el historiador cercano a la 4T propuesto como embajador en Panamá, es un candidato razonable para representar a México, habida cuenta de las quejas en el ITAM y en las filas de Morena sobre un presumible comportamiento inadecuado con respecto a las mujeres. El mero hecho de que la propuesta del gobierno mexicano haya sido utilizada por la oposición como munición política para criticar al Presidente, desencadena de parte de este último una defensa a ultranza que no pasa por revisar la inconveniencia de una designación tan polémica. Me atrevo a pensar que el sutil rechazo del gobierno panameño a tal nombramiento provocará, además de una tensión con aquel país, una caída hacia arriba de este académico. No me extrañaría que, de confirmarse la imposibilidad de colocar a Salmerón en una embajada, se decida otorgarle una asignación de más alto rango en algún organismo nacional o internacional que no necesite la aprobación de terceros. Todo con el propósito de que el Presidente no se quede con la impresión de que sus rivales ganaron la partida. Tal fue el caso con la candidatura de Salgado Macedonio en Guerrero, que derivó en una discutible habilitación de su hija, o la rifa de un avión presidencial sin avión real.

En la polarización política la consigna es ganar a toda costa la polémica del día. Desde luego hay un daño en todo esto. La crítica deja de ser justa, la defensa también. En ocasiones el efecto de ello no es más que el morbo que generan los fuegos artificiales; después de todo en última instancia se trata de un show montado por los rivales de cara a la opinión pública. Pero en ocasiones, me parece, tiene consecuencias importantes. En el caso del Tren Maya, y no es el único, la rebatiña ha comenzado a afectar los alcances del proyecto, lo cual sería una lástima tratándose del futuro de personas que durante tanto tiempo lo han pasado mal. No tengo dudas de que el propósito original de López Obrador era hacer algo que verdaderamente mejorara sus vidas. Pero la confrontación diaria ha terminado por provocar reacciones que no necesariamente concilian tales propósitos. Cambios de ruta, modificaciones presupuestales, normatividades ignoradas y muchos otros ajustes que tienen menos que ver con el impacto final que con la urgencia de terminar en la fecha comprometida por el Presidente. 

@jorgezepedap

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Jorge Zepeda Patterson
  • Jorge Zepeda Patterson
  • Escritor y Periodista, Columnista en Milenio Diario todos los martes y jueves con "Pensándolo bien" / Autor de Amos de Mexico, Los Corruptores, Milena, Muerte Contrarreloj
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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