Para Elsa
El poder de las palabras lo han revelado desde hace años las teorías de lingüistas como Whorf, Sapir, Lakoff y Johnson, por citar algunos, Las palabras, han escrito, no sólo describen la realidad: la crean. Por eso es delicado el discurso que emerge desde las estructuras del poder; porque construye imaginarios simbólicos en los que nos movemos, nos manejamos y damos sentido a nuestra vida.
Antes de López Obrador, la palabra “fifí” dormía en el baúl de los recuerdos. Su significado era, por decirlo de alguna forma, inocuo. Se utilizaba, como señala la Real Academia Española, para designar —incluso jocosamente— a los “presumidos”. Hoy, en cambio, esa palabra se ha levantado de la tumba, y armada hasta los dientes, se lanza a encender ánimos, a denostar personas y a provocar el nacimiento de su antítesis, la palabra “chairo”.
Tal es la fuerza que tomaron el vocablo “fifí” y su contraparte “chairo”, que en la mente de una gran parte de los mexicanos se han fijado ya como puntos de referencia, delineando una división tajante, y creando un país partido, habitado por dos clases de habitantes: los fifíes y los chairos. Y es una lástima.
Un ejemplo terrible de esta división arbitraria, artificial e irracional, ocurrió hace unos días: al llegar la marcha encabezada por el poeta Javier Sicilia a Palacio Nacional, grupos “morenistas” le gritaron “Traidor”, “Fifí” y algunos, incluso levantaron como estandarte un “!Muera Sicilia¡”, una consigna que bastaría para el linchamiento. Es triste y muy injusto gritar eso a un poeta que perdió a su hijo en manos de los delincuentes y que sólo pide mayor seguridad al presidente. Pero, así de grave es la fractura que se ha provocado en el imaginario de los mexicanos.
Sin embargo, es posible escapar de esta trampa que propicia odio y confrontación. No seamos (no somos) ni fifíes ni chairos; seamos (somos) simplemente mexicanos. Mexicanos que comparten destino como pueblo, y que, pese a los errores del pasado, caminan juntos hacia el futuro. Nada es más letal que el odio entre paisanos. Evitemos caer en ese abismo.
Digamos “No” a ser fifíes o chairos. “Sí”, en cambio, a ser mexicanos. Sí a la cercanía, a la fraternidad, a la comprensión, al apoyo mutuo en estos tiempos tan difíciles, en estos tiempos de crisis.
Ante las imágenes y las noticias descarnadas que nos agobian día tras día, levantemos el corazón sólo como simples mexicanos. Digamos no a las divisiones artificiales. No necesitamos eso. En cambio, necesitamos unidad ante los graves problemas que asoman ya como la punta de un iceberg, en los tiempos que inevitablemente se aproximan.