Cultura

De neblina, de humo y con Juan Rulfo

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  • Jorge Souza Jauffred

A Cristina Rivera Garza

Representé varios años al Gobierno de Jalisco en el comité del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo y viví de cerca una cuestión casi inexplicable que sorprendió, no sólo al comité, sino a todo México: la familia del escritor, desde el membrete de la Fundación Juan Rulfo que preside Víctor Jiménez, exigió a la Universidad de Guadalajara (UdeG) que retirara el nombre de Rulfo de ese prestigioso galardón, otorgado anualmente en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

En forma paralela, solicitó, si no me equivoco, al Instituto Mexicano de Protección Industrial, que el nombre “Juan Rulfo” fuera considerado una marca registrada para que sólo la familia pudiera utilizarla.

La Universidad, ganó una larga batalla jurídica y recibió el derecho a utilizar el nombre; pese a ello, el comité decidió retirarlo, y desde entonces se llamó Premio FIL de Lenguas Romances.

Punto neural en la decisión de la Fundación, además de quejas a veces infantiles de la familia (como que no se recibió a doña Clara Aparicio de Rulfo en una camioneta en buen estado durante una FIL), fue la entrega del reconocimiento al poeta Tomás Segovia, a quien la familia señaló como miembro del “grupo de Octavio Paz”, a quien a su vez consideran adversario de Rulfo.

Cuando Segovia recibió la presea, en su discurso señaló que Rulfo, sin formación académica, era “un puro milagro”.Esta expresión, sacada de contexto, fue considerada sacrílega y detonó la airada protesta de la familia.

Ahora, la neblina, el humo o qué se yo, vuelve a velar la mirada de la familia; Víctor Jiménez, mediante un correo electrónico, retiró a Rulfo de la Fiesta del Libro y la Rosa que realiza la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y prohibió a la institución utilizar el nombre o las imágenes de autor de Pedro Páramo.

¿El motivo? Una libro de Cristina Rivera-Garza en el que, la imagen de Rulfo no corresponde a la que ha pulido la familia con esmero para crear su propio prototipo e imponer su interpretación de la obra rulfiana. La ficción que la Fundación intenta construir día a día, de un Juan Rulfo de cartón, unidimensional, unívoco, no puede sostenerse; es sólo —diría yo— una ilusión de adolescentes.

El chantaje, como se aplicó a la U de G y la UNAM, ya no funciona. De pronto sabemos que Rulfo —nuestro Rulfo, el Rulfo de todos— es más, mucho más que los exabruptos de un individuo, aunque este lleve el título de “presidente” de una fundación.

Rulfo, señores (diría Arreola), es Rulfo para todos nosotros, quienes desde cualquier trinchera, por pequeña que sea, apoyaremos la visión múltiple de la vida, la interpretación compleja de una obra, el desdoblamiento posible de la mirada, y, sobre todo, la propuesta de Cristina Rivera-Garza, inteligente, bien construida y respetuosa.

Que ni la neblina ni el humo nos lo impidan.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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