Cultura

El logro o el ogro

Se hace llamar Quim Torra y por un grave error de inteligencia ha sido instalado como President de la Generalitat de Catalunya. Para muchos, el logro de un largo procès independentista que ha de cristalizar —sin heroísmo ni verdad— en un proceso constitucional que simule el nacimiento de la República de Catalunya, apelando a cerca de una mitad de simpatizantes de la ilusión, sin anunciar qué destino le queda a la otra mitad: los que no simpatizan con el proyecto.

Es absolutamente respetable e incluso legítimo que cualesquier colectivo pretenda luchar por su autodeterminación y libertad, sin depender de más nadie y etcétera, pero a menudo —y más en estos tiempos de 140 caracteres—la ilusión viaja en burro y se disfraza de corcel. La distancia tiende a confundir corazonadas y es importante que se sepa en México que el logro de instalar a Torra como títere de un tal Puigdemont en Barcelona es no más que un símil —no metáfora— de la llegada de Hitler a la Cancillería. Estamos hablando de un fascista de mucho cuidado que considera verdaderamente a los españoles como bestias con forma humana y no digamos lo que opina sobre ecuatorianos, mexicanos, bolivianos y demás sudacas que llevan lustros sirviéndoles el café o limpiando pisos por donde los engañosos señoritos del llamado procès han desfilado su inmensa mentira, tan repetida que ya se volvió verdad. Según el atorrante Torra, hablar en español es señal inequívoca de retraso mental y desconocer las formas guturales del catalán —hablado o escrito— es revelación de inferioridad ante una raza superior que él (y Pujol y Puigdemont y otros xenófobos descarados) consideran más blanca aún que la caucásica y, por ende y según ellos, superior a todas.

Este paladín del paludismo semipensante, facha de brazo extendido y racista sin par se campea ahora libremente como president sin negar una sola de sus afirmaciones excluyentes, agresivas, siniestras y más que ominosas. Pero de lejos, suena a buena onda, a libertad cantada en seis cuerdas como en el mayo de hace medio siglo (pero ahora, considerando a Serrat como enemigo) y el buen rollito de llevar un lazo amarillo y pasar por alto que no es lo mismo hablar de auténticos presos políticos que se han jugado la vida contra dictaduras de veras, a llorarle a unos pinches políticos presos porque sabían perfectamente que violaban la ley y se prestaban a un simulacro de quinta para intentar convencerse a sí mismos de que todo se vale, incluso al margen de la Constitución y de lejos, desde México, deberíamos entonces clonar el ánimo y hablarles en catalán del ai’se va, de los linchamientos de la supuesta voluntad popular superior que amarra a los postes a los rateros en las aldeas sin ley.

Quim Torra dejará muchos párrafos encendidos en la pequeña historia de la infamia que ha manchado la piel de España en los años recientes y su baba se confundirá con la ineptitud y cerrazón del mal gobierno de Mariano Rajoy para torear con estos cabestros desde hace años. Quim Torra tiene aún mucha saliva de imbecilidad y estulticia en su coreografía lacrimógena y retrógrada de las banderas que ondean y las quejas que sondean sus partidarios engañados: con descaro ejemplar se comparan con los independentistas de Hispanoamérica, con los padres de la patria de México, cuyos cráneos colgaron en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato, tan lejos de las cuatro esquinas de las tiendas más chic de la ciudad condal, donde compran sus trapos estos señoritos de rancio pasado franquista, industriales alejados diametralmente de los jóvenes anarquistas que los celebran en los mítines, hijos de fascistas y racistas ellos mismos.

En el enrevesado negocio de las mentiras conviene que desde México se aviste el entramado de los engaños que cuajan en supuestos logros; que escuchemos las consignas falsas de quienes intentan convencernos con una audacia tan sutil como los vendedores de detergentes o los ilusionistas del tarot zodiacal. Quim Torra no es el logro de un claro proceso político, racional y fundamentado, sino algo mucho más banal y puerco: de todo el estercolero que han fardado como esperanza, él no es más que un Ogro. Quedemos advertidos, de una vez por todas, sobre las nefandas consecuencias y desolados resultados que su paso por la Presidencia de la Generalitat dejará para pesadilla de nuestra memoria.

jorgefe62@gmail.com

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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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