Entre la niebla de la vida, me dediqué a escribir mis propósitos anuales, no como simples metas, sino como un tejido de sueños y memorias. Cada año, al plasmar mis intenciones, sentía cómo el futuro se entrelazaba con mi pasado. Un día, revisando mis propósitos de otros años, descubrí el ruido y mensaje que se repetía. El tiempo se plegaba transformando mi percepción y realidad. Entendí entonces que cada aspiración no era solo una mirada hacia adelante, sino un reflejo de anhelos pasados, un ciclo eterno de deseos que se superponen y se confunden. En ese instante, el futuro y el pasado dejaron de ser líneas paralelas para convertirse en un espiral, donde cada propósito era un eco de lo vivido y un presagio del porvenir. Mi vida se convirtió en un baile entre lo que fui y lo que seré, en una danza perpetua donde el tiempo dejó de correr para simplemente ser.
Con esta nota diferente cierro el año. Año tras año tengo la tradición de escribir mis propósitos y en lo que me voy a enfocar los siguientes meses. Este año, revisando los propósitos de años anteriores, me di cuenta de los temas en común, de los sueños compartidos y de las metas que riman. Vi que más allá de simples números, objetivos y compromisos, hay trasfondos y música compartida detrás de cada uno. Cada propósito de cada año se podía ver por separado o como parte de algo más grande y de un crecimiento personal. De la construcción de una historia más grande que yo.
Después de verlo así, me volví a sentar a reescribir mis propósitos. Hasta hace poco estaba solo enfocado en el corto plazo, en las metas trimestrales y medibles. En el avance, avance, avance. En la respiración jadeante sin descanso para correr más lejos, más alto, más rápido. El tiempo como enemigo de listas que se llenaban interminablemente de tareas y donde nunca había tiempo para acabar las metas que se multiplicaban. Siempre más.
Los nuevos propósitos son no sólo la construcción sino la meta. Juegos finitos e infinitos que mezclados terminan convirtiéndose en vida y realidad. Lo importante está en la decisión de elección de estos juegos y en la conciencia al elegir jugar cada uno. Son los pliegues del tiempo empujando el pasado y trayendo el futuro al presente.
Cuando acabé de escribir mis nuevos propósitos respiré dos veces profundamente. Sentí el ritmo y vi el orden dentro de un aparente caos. Estoy listo.