Cultura

La segunda vida

“Todos tenemos dos vidas, la segunda empieza cuando nos damos cuenta de que tenemos solamente una”.

Confucio

Después de tres intentos de cursos para inducción a programación en Python esta semana me di por vencido. De igual manera me metí a cursos de Probabilidad y Cálculo Diferencial para refrescar mi memoria y me costó mucho trabajo. En la universidad podía resolver problemas matemáticos complejos, siempre se me facilitaron, hasta ahora que intenté retomarlo y me cuesta trabajo entender cosas relativamente básicas. Empecé a ver que esto más bien era un patrón, donde muchas cosas que antes no me costaban trabajo ahora se volvían una tarea complicada. En cambio, otras decisiones complejas donde antes hubiera titubeado, ahora las podía contestar usando intuición casi sin dudar.

Hace unas semanas cayó en mis manos el libro From Strength to Strength, de Arthur C. Brooks, donde su tesis principal es que los humanos tenemos dos tipos de inteligencia: fluida y cristalizada. La inteligencia fluida es la habilidad que tenemos para resolver problemas novedosos que involucren razonamiento, comprensión y aprendizaje. Mientras que la inteligencia cristalizada involucra la habilidad de deducir abstracciones secundarias y juntar diferentes conceptos aplicando lo previamente aprendido. El primer tipo de inteligencia no depende de haber aprendido otros conceptos ni conocimiento previo o educación, mientras que la segunda depende de combinar nuestra experiencia con lo aprendido.

Ahora, aquí viene lo interesante, estudiando diferentes industrias y profesiones, Brooks encuentra que la inteligencia fluida incrementa durante nuestra juventud hasta alcanzar su pico cuando cruzamos nuestra tercera década para solo caer durante nuestros 40 y 50. En cambio, la curva de la inteligencia cristalizada sube durante nuestra vida adulta temprana y si es estimulada de la manera correcta puede continuar subiendo para el resto de nuestra vida.

De esta forma la “crisis de la mediana edad” se puede entender como la transición entre unas capacidades que se están muriendo y una nueva inteligencia y capacidades que están al alza.

Yo había entendido esta caída de capacidad como algo únicamente físico y por eso comencé a hacer ejercicio de manera compulsiva hasta completar apenas ultramaratones. Intentando pelear contra el inevitable descenso, para así poder demostrarle a la naturaleza (y demostrarme) que yo podía más que ella y que mis capacidades físicas se podían mantener. Al final me repetía todo el tiempo: que todo es cosa de querer y esfuerzo, pero este reto era nuevo. ¿Qué pasa si mis mejores años de creatividad, habilidad para aprender nuevos conceptos y crear ya hubieran pasado? ¿Puede ser que a mis 45 años tenga que empezar a prepararme para un declive de capacidades?

Este shock es aún mayor para personas como yo, que basamos parte de nuestra identidad y definición de quién somos en nuestro trabajo. Lo que hago en el trabajo todos los días no solo me encanta, sino que lo siento parte de mí y quien soy. Una disminución en mis capacidades creativas y de entendimiento no solo representará aportar menos en el trabajo, sino, literal, borrar parte de mi identidad. Una muerte en vida. Mientras leía el libro en negación, el autor seguía repitiendo que esta caída de la inteligencia fluida es inevitable y es mejor la aceptación, resignación y planear una transición para explotar las nuevas capacidades.

Después de varias semanas, me di cuenta que las cosas no estaban tan mal, conforme perdía una capacidad surgía otra, y más que navegar contra corriente lo mejor era voltear el barco y apuntarlo hacia donde va el viento. Ante esto estoy empezando a tomar decisiones activamente para cambiar mi vida y que todo se vuelva más fácil y enfocar mis esfuerzos donde aporte más.

Por ejemplo, estoy pensando en cómo delegar la creatividad y diseño de producto dentro de nuestra empresa. Yo sentía que esto era en gran parte mi responsabilidad, así como fijar la visión, y ahora entiendo que puede ser una labor conjunta. Necesitamos crear dentro de la empresa una estructura que incentive la innovación a todos los niveles y empodere al líder de cada producto para lanzar, aprender, iterar y volver a lanzar. Comunicación entre ellos es clave para intercambiar inteligencia fluida.

Aprendizajes nuevos: al final, entendí que no necesito aprender Python y mis mejores aportaciones no serán en código (y menos con el futuro de programación de IA que viene). Le pregunté a OpenAI las industrias contiguas de las que debo aprender para hacer mejor mi trabajo. Algunas de las respuestas no obvias e interesantes son hospitalidad y viajes, arte y entretenimiento; gaming e E-Sports y social media para comunidades. Es probable que Kayak me enseñe ideas sobre cómo crear un marketplace y Minecraft sobre cómo hacer una comunidad de brokers inmobiliarios.

Por último, entendí que mi función como papá debe ser incentivar que mis hijos estén expuestos a inteligencia fluida, ya sea aprendizaje formal (escuelas) e informal (experiencias). Pero también ayudarlos y guiarlos para experimentar lo más que puedan durante sus 20 y 30, y entre más diverso, mejor. Una mayor base de inteligencia fluída les será de mucha ayuda cuando lleguen a mi edad.

Al final, como decía Confucio, es probable que esté empezando mi segunda vida dentro de mi vida. Sí, Confucio, tienes razón, ya me di cuenta que solo tengo una, pero si está bien vivida, estoy seguro que será suficiente.

Alfredo San Juan
Alfredo San Juan




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Jorge Combe
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