Lo importante de emprender es que hay miles de errores, equivocaciones y aprendizajes; tratamos de ir tan rápido y competir todo el tiempo que se nos olvida pararnos un momento
Me tiro al suelo entre piedras, tierra y en medio de una bajada de un bosque. Son las 11:45 de la noche y voy a cumplir las 12 horas corriendo en un ultramaratón de más de 100 millas en Francia. ¿En qué momento me metí en esto? Siempre me pasa. Mi cerebro se parte en dos, una parte me empuja a seguir y otra me cuestiona qué hago ahí. Las pendientes en esta carrera son diferentes de lo que yo estoy acostumbrado, se parecen más a alpinismo que como tal a una carrera. Sigo corriendo. De pronto pierdo la concentración y tomo un camino equivocado y empiezo a caer en una barranca. Logro meter los poles que llevo conmigo, y entre ellos y mis antebrazos puedo frenar mi caída. El tiempo se frena, entro en flow y en cámara lenta lo único que escucho son piedras caer hacia el vacío como avalancha.
Este fue mi fin de semana pasado. Pensaba terminar una carrera de más de 165 kilómetros y terminé frenando una caída en un barranco. Salir de esta barranca me tomó casi 45 minutos, y para ese momento, entre el tiempo que me tomó, el celular perdido y las heridas de los brazos, sabía que mi carrera había terminado. Preparación de un año para terminar aquí y así. Los músculos no me fallaban aún, el miedo a seguir y a las bajadas sí.
¿Por qué corro o cómo acabé en ultramaratones? Correr hace que liberemos endorfina, serotonina y dopamina. Se vuelve adictivo. Hace que nos sintamos bien. Un beneficio adicional para mí es mi flujo de pensamientos mientras corro. Es mi terapia, mi meditación, mi tiempo para estar conmigo y con mis pensamientos.

También lo que aprendo sobre el parecido de las carreras largas con los negocios y con la vida: pensar a largo plazo, control mental, llevar mente y cuerpo al extremo para conocerte, redefinir tus límites. Si empiezas rápido se te acaba la energía. Planeación de la siguiente etapa. Paciencia. La importancia de hidratación. Visualización de escenarios negativos y saber que aún ahí vas a estar bien. Las personas sacan su verdadero yo en los momentos difíciles. Varios caminos te llevan al mismo destino. La importancia de la preparación.
En esta última carrera le falté respeto al deporte, a la preparación y a mi cuerpo. Ego, soberbia o atrabancamiento: no lo sé. Intenté pasar de 100 a 165 kilómetros sin haber antes dominado la distancia anterior. Me concentré en la meta y olvidé que lo importante no es acabar la carrera, sino el camino de preparación y metas intermedias para terminar. Igual en el trabajo: ¿cuántas veces no queremos ser exitosos con nuestra empresa y nos olvidamos de la importancia del camino? Tenemos prisa, queremos demostrarle al mundo que pudimos, que somos ganadores. ¿Pero luego qué?
Lo importante de llegar a la meta final siempre va a ser el proceso de construir. Lo importante de emprender va a ser los miles de errores, equivocaciones y aprendizajes. Tratamos de ir tan rápido y competir todo el tiempo que se nos olvida pararnos un momento entre las bajadas, las subidas, la tierra, el sudor y los árboles. Detener un momento el tiempo y escuchar el silencio en medio del caos. Saber que cuando estamos arriba en la montaña vienen bajadas y luego vendrá una subida más. Siempre una subida más.
Al final, estos pequeños momentos y cada paso se convierten en la meta. La meta de mi ultramaratón no estaba en el kilómetro 165, estaba en el aprendizaje que me dejó entender que las cosas suceden en el momento adecuado, y todo tiene su momento.
Entre más lo pienso, creo que fue la carrera perfecta. Siempre lo es.