
Uno de mis cuentos favoritos de Jorge Luis Borges es “Funes el memorioso”, que forma parte del libro Ficciones. En este se explora la vida de Ireneo Funes, un joven uruguayo que, tras un accidente, desarrolla una memoria asombrosamente detallada. Aunque esta habilidad puede parecer un don, para Funes resulta una maldición, ya que su incapacidad para olvidar detalles menores lo atrapa en un presente perpetuo y le impide pensar de manera abstracta. Para mí siempre ha sido una lección de cómo el conocimiento no siempre es suficiente y cómo puede llevar a una vida incompleta (aunque sé que con estas frases me meto en terreno peligroso).
Todos aspiramos a la autosuperación y a tener una mejor vida. Las redes sociales nos muestran el mejor lado de las personas y pensamos que nuestra vida siempre está peor que la de ellos. Todo son viajes, sonrisas y éxitos en sus negocios. Y ahí es donde nos sentimos perdidos: ¿cómo todo el mundo puede triunfar, tener dinero, acceso a lujos? ¿Realmente todos tienen esta vida y solo soy yo el que se queda atrás?
Esto nos lleva a que estemos inundados de información, consejos y testimonios de aquellos que han alcanzado el éxito en sus respectivos campos. Las redes sociales, los pódcast y las conferencias en línea nos brindan un acceso sin precedente a emprendedores, innovadores y visionarios con consejos de todo tipo; sin embargo, esta avalancha de inspiración y orientación puede tener un lado oscuro: la procrastinación disfrazada de productividad.
Llamémoslo el “placebo de la autosuperación”. Es esa sensación engañosa que surge después de leer un libro de autoayuda, ver un video en TED o escuchar un episodio de un pódcast sobre cómo alguien construyó un imperio desde cero. En cuanto acaba esto nos sentimos llenos de energía, inspirados y con ganas de acción. Al final si ellos pudieron, nosotros seguro también podemos. Y no solo eso, sino que, por haber leído, escuchado o participado, siento que ya hice lo que tenía que hacer durante ese día. Ya cumplí. Me acerqué a mi meta y dejé de estar en mi zona de confort o ese trabajo que tanto detesto. Un paso más cerca de mi libertad financiera y de emprender. Pero, ¿estamos realmente avanzando?
La realidad es que consumir información y contenido inspirador puede actuar como un sedante. Nos adormece en la ilusión de que, al alimentarnos de estas historias de éxito, estamos tomando medidas activas para mejorar nuestras propias vidas y carreras, pero en muchos casos estamos haciendo justo lo contrario al dejar pasar tiempo y volver todo más difícil para un futuro.
Tomar medidas requiere acción. Significa salir de nuestra zona de confort, asumir riesgos, enfrentar fracasos y aprender de ellos. Mientras que sumergirse en historias de éxito, por muy motivadoras que sean, por lo general se convierte en una excusa para no hacer. Nos decimos a nosotros mismos: “Estoy investigando” o “estoy aprendiendo antes de emprender”, pero el tiempo pasa y nos encontramos en el mismo lugar, habiendo hecho poco o ninguna acción tangible.
Este comportamiento no es nuevo. Antes de la era digital, las personas leían biografías, libros de autosuperación, iban a seminarios y pláticas de mentores. La facilidad de acceso a la información y a contenido en el mundo actual solo aumenta la tentación de caer en este ciclo de inercia disfrazada de progreso.
Quiero aclarar que no tengo nada contra leer, de hecho, es uno de los placeres que más disfruto. También escuchar pódcast u otra forma de información no creo que tenga nada intrínsecamente malo. De hecho puede ser el primer paso para tomar acción y servir de inspiración y consejo. Aprender de aquellos que han tenido éxito puede proporcionar valiosas lecciones y perspectivas, pero debemos ser conscientes de la trampa del “placebo de la autosuperación”. Es crucial equilibrar el consumo de contenido inspirador con acciones concretas y tangibles que nos acerquen a nuestros objetivos.
Como sociedad, necesitamos recordar que el verdadero progreso no se mide por la cantidad de videos que hemos visto o libros que hemos leído, sino por las acciones que hemos tomado. La próxima vez que sientas esa oleada de motivación después de escuchar una charla inspiradora o leer una historia de éxito hazte una pregunta simple: “¿Qué voy a hacer con esta información?”
El camino hacia el éxito y la realización no se encuentra en el constante consumo de historias de otros, sino en la escritura de nuestra propia historia. Es hora de reconocer el “placebo de la autosuperación” por lo que es: una ilusión que nos compra tiempo e inacción. Un maratón no se corre leyendo sobre técnicas de cómo correr. Un emprendimiento no se vuelve exitoso basado en los videos o cursos que tomemos si estos no los llevamos a acción. Nuestra salud y dieta no cambian hasta que comemos diferente y vivimos diferente independiente de los libros que leamos. Es decir, el conocimiento y aprendizaje es una condición necesaria, pero no suficiente para cambiar nuestra vida.
Nuestra peor pesadilla sería terminar como el Funes de Borges, quien resume su vida al final del cuento diciendo: “Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos”. Pocas líneas después el autor nos relata que Irineo Funes muere, marcando así una vida intrascendente a pesar de su memoria.