
En 1811, los principales empresarios industriales de Gran Bretaña recibieron cartas amenazantes firmadas por un tal “General Ludd”, con advertencias para frenar la industrialización de sus fábricas o prepararse para represalias, incluso la destrucción de sus instalaciones. Todo esto ocurrió en medio de la Revolución Industrial, periodo comprendido entre 1760 y 1840, que se caracteriza por una transformación económica, social y tecnológica en Gran Bretaña. Es un punto de inflexión en la historia, donde nace el industrialismo y se pone fin a siglos de trabajo manual y uso de animales, para ser sustituidos por maquinaria y fabricación industrial.
Las cartas se basaron en la figura casi mitológica de Ned Ludd, un personaje ficticio que evoca el nombre de un aprendiz de tejedor, Ned Luddlam, quien presuntamente destrozó el telar de su maestro a martillazos en 1779. La rebelión era contra la industrialización, y los rebeldes eran aquellos que se sentían desplazados de sus puestos de trabajo y vida cotidiana por las recién inventadas fábricas que automatizaban varios procesos. De esto surge el Ludismo, un movimiento de protesta de los artesanos británicos contra la Revolución Industrial.
La frase de Mark Twain: “la historia no se repite, pero muchas veces rima”, nos sitúa con esta misma imagen más de 200 años después. Estamos siendo testigos del neoludismo. La inteligencia artificial y las nuevas tecnologías provocarán cambios tan importantes como las maquinarias de la Revolución Industrial. Es por eso que, la semana pasada, el sindicato de actores de Hollywood, representando a más de 150 mil miembros, anunció que iría a huelga en solidaridad con los guionistas que suspendieron sus actividades en mayo pasado. Esto marca el primer paro general que se ha visto en la industria del cine en más de 63 años.
¿Qué reclaman los guionistas y actores? Ambos grupos demandan un aumento de las regalías que reciben por retransmisiones de los sistemas de streaming, así como protecciones importantes en torno al uso de la inteligencia artificial para conservar sus empleos.
Si tuviera que juzgar, diría que los guionistas están en peor posición que los actores. La tecnología, como GPT-4 o sus sucesores, hará que sea más fácil reemplazar las adaptaciones y la creación de guiones por parte de los estudios. Es inevitable. Se volverán obsoletos y será difícil defender su posición o costo ante el dinamismo creciente que estamos viendo en la generación de contenidos por parte de Netflix, Apple y los principales estudios. En un futuro, podríamos disfrutar de mucho más contenido, personalizado específicamente para cada espectador.
Los actores, ante tal escenario, parecen preferir anticiparse y también plantear su posición, ante la posibilidad de que la inteligencia artificial generativa pudiera sustituirlos. No es solo la creación de personajes ficticios, sino el uso de la tecnología para la generación de imágenes de acción y adaptaciones de lenguaje que hace menos necesaria la intervención de un actor específico. Ahora, cada vez más, podemos generar contenido basado en un actor y adaptarlo a cualquier mercado. Pero pronto podríamos prescindir de los mismos actores y tener personajes que sean una creación completa de la inteligencia artificial sin existir en la realidad. ¿Serán las computadoras la principal competencia de los actores?
Esto ya está ocurriendo en el ámbito de los influencers, donde, por ejemplo, en Brasil, una influencer virtual llamada Lil Miquela (Instagram: @lilmiquela) cuenta con más de 2.7 millones de seguidores y es sujeto de todo tipo de creación de contenido e historias que se entrelazan con la vida real. Es solo una primera probada de lo que está por venir. La fama de la televisión y el teatro está por terminar para estos personajes que se han vuelto cotidianos y familiares en nuestras vidas.
La industria del cine en Estados Unidos es la primera en levantar la mano y formar este tipo de neoludismo que estaremos presenciando en las próximas décadas. La realidad es que no solo este tipo de trabajo está en riesgo ante el surgimiento de la inteligencia artificial y la inteligencia artificial generativa. Estos son los primeros en alzar la voz al tener un sindicato sólido y un enemigo común fácilmente identificable (los estudios y las principales plataformas de streaming). Pero, ¿qué pasará cuando el amenazado sean profesiones menos unidas o con clientes más diversificados?
¿Qué otros puestos pueden estar en riesgo ante el surgimiento de la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías? Algunos de los más en riesgo son médicos, abogados, taxistas, contadores y cualquier otra función que pueda ser automatizada y sustituida por algoritmos.
El neoludismo que está por surgir tendrá diferentes caras y en cada una la situación será diferente. Hoy son los guionistas y actores, pero pronto veremos cómo la mayoría de los puestos que conocemos desaparecerán o se volverán más eficientes a medida que la tecnología avance y absorba las principales funciones.
En el siglo XIX, el enemigo eran los industriales y el objetivo era frenar la implementación de máquinas industrializadas en las fábricas. Hoy, el enemigo son los algoritmos y la sustitución que estos traerán a los trabajos tal como los conocemos. Es más fácil pensar en destruir una maquinaria que en tirar código corriendo en computadoras descentralizadas. Los neoluditas no triunfarán, pero debemos estar preparados para ser testigos de este descontento social y rebelión de trabajadores en los próximos años.
Es inevitable el avance tecnológico que está por venir, pero también es inevitable que quienes se sientan en una posición de desventaja o desplazados luchen. Y lucharán hasta sucumbir uno a uno hasta reubicarse en un nuevo puesto y encontrar su nueva función en una economía irreconocible.
Sin duda: vienen tiempos que se ven interesantes..