
El año pasado tuve la oportunidad de ir a Japón. Había escuchado muchas historias, pero Japón me dejó cautivado por su cultura. En especial, la búsqueda del detalle, la simplicidad y la habilidad que tienen para buscar la perfección en detalles que a menudo damos por hecho. Preparar un café puede ser tan fácil como apretar un botón en una máquina o un proceso de 15 minutos de interacción con pesar el grano, molerlo, calentar el agua y ver cómo cae gota por gota. No se disfruta igual.
Esta manera de actuar también se refleja en el arte oriental, en especial en tradiciones como el minimalismo japonés, donde existe un énfasis en la eliminación y la simplicidad. Esta filosofía se basa en la creencia de que la belleza y la claridad se encuentran en la ausencia de lo innecesario. Por otro lado, en el mundo occidental hemos entrenado nuestras mentes en creer que lo bueno está en la adición y la complejidad, buscando la belleza en la abundancia y en tener o hacer más. Soy la primera víctima de esto, siempre buscando más de todo.
Esta manera de pensar se refleja en cómo establecemos nuestros propósitos de Año Nuevo. Tradicionalmente, los propósitos suelen centrarse en agregar: más ejercicio, nuevas habilidades, más dinero, más, más, más. ¿Qué pasaría si intentamos combinar ambas maneras de pensar y enfocarnos también en la eliminación? Reducir el estrés, deshacerse de malos hábitos, simplificar la vida, o simplemente enfocarnos en lo que somos buenos y quitar distracciones.
Los artistas japoneses se enfocan en la simplicidad y en quitar los elementos innecesarios para crear sus obras de arte. Nosotros podemos aplicar este principio a nuestros propósitos de vida. Esto puede significar deshacerse de las distracciones, como el uso excesivo de redes sociales o la acumulación de posesiones materiales. Este año, cada vez que me compre una playera nueva, va a ser a cambio de regalar dos. Sin duda voy a pensar dos veces antes de comprarme una y también voy a valorarla más. También cada propósito que me ponga tendrá que venir de la mano de eliminar un mal hábito que tenga.
Agregar nuevos hábitos o metas a nuestras vidas no es intrínsecamente negativo, siempre y cuando se haga con intención y propósito. La clave está en asegurarse de que estas adiciones enriquezcan nuestras vidas y no solo agreguen volumen. El verdadero arte en la configuración de propósitos de Año Nuevo puede estar en encontrar un equilibrio entre estos dos enfoques. Podemos preguntarnos: ¿qué necesito eliminar para hacer espacio para lo nuevo? ¿Y qué adiciones valiosas puedo hacer que realmente enriquezcan mi vida?
No solo son propósitos, esto puede convertirse en una manera de experimentar lo que hacemos. En nuestra empresa estamos enfocándonos en traer soluciones complejas, pero que se traduzcan en experiencias simples para la gente. Quitar alternativas a cambio de dar mejores soluciones. Menos botones y más respuestas. Convertir lo complejo en simple. Lo difícil de aprender en intuitivo. Es un proceso en sí mismo. Se convierte en unos lentes para ver el mundo.
No creo que todo deba ser simplemente eliminar. Al final, el arte puede estar en equilibrar ambas maneras de pensar. La simplicidad y el enfoque en eliminar lo innecesario para enfocarnos en lo que realmente somos buenos y así aportar más.