Tienen razón quienes consideran excesivo y obsesivo criticar por todo al presidente Andrés Manuel López Obrador. Pero es inadmisible su actitud contra Reforma.
Mi talentoso amigo Maruan Soto Antaki dice: “Una de sus mayores complicaciones se encuentra en la vocación opositora a definirse desde su contrario, pero ese discurso no tendrá alcances de gran aceptación por el momento. México transita en una paradoja más profunda: las oposiciones son imprescindibles para la vida democrática, pero, sin serlo, parecen prescindibles en el consenso que se percibe en la vida pública del país”.
Entre antiguos amigos e incluso compañeros de muchas batallas contra el antiguo régimen, tengo varios que pertenecen a Morena, simpatizan o votaron por su candidato presidencial y otras candidaturas y otros que sin serlo se han integrado a diversos niveles al gobierno del presidente López Obrador.
Al propio Andrés Manuel lo conozco hace, precisamente, 30 años cuando estuve acompañándolo en su primer campaña por la gubernatura de Tabasco y hasta fui orador en uno de sus mítines; también participé en su segunda campaña en 1994 en la que estuve en su Mitin de arranque el 5 o 6 de febrero de ese año, en la Plaza de Toros, donde estuve a su lado junto con Cuauhtémoc Cárdenas. Después durante mi participación en La Jornada como editorialista de la casa estuve en decenas de reuniones entre él y Carmen Lira. Me lo he encontrado en muchas otras ocasiones. Escribí contra su desafuero, pero también lo he criticado en múltiples momentos y no comparto lo esencial de su política.
Digo todo lo anterior para dejar constancia de que no tengo contra él, ni muchos de sus partidarios y colaboradores, ninguna animadversión. No hay nada personal.
Comparto con Maruan: “En la adolescencia de nuestra democracia siempre se ha apostado por el derrumbe trágico para renovar posiciones, los costos de esa espera pueden evitarse. Una nueva oposición cuenta con la oportunidad de dejar el hábito de nuestras costumbres políticas para domesticar sus pasiones, y contener las de los demás”.
Sin embargo, es muy difícil callar ante tantas torpezas o abiertas posturas conservadoras del gobierno del presidente López Obrador y no se diga los desfiguros reaccionarios de varios de sus colaboradores.
Es inadmisible lo dicho ayer por la senadora Lilly Téllez: “El aborto es un asesinato”.
En cualquier caso lo sería, es peor aún cuando se dijo en el contexto de la entrega de la Medalla Elvia Carrillo Puerto, feminista pionera, a la Maestra Ifigenia Martínez, a quien conozco, respeto y hemos diferido y coincidido desde hace un poco más 52 años cuando nos opusimos a su designación como directora de la entonces Escuela Nacional de Economía, pero después compartimos el apoyo a Cuauhtémoc Cárdenas para presidente en 1988.
Es una señal muy ominosa la expresión de Lilly Téllez, contra las mujeres, lo dicho por ésta antigua conductora de TV Azteca y estridente difamadora del gobierno del DF que encabezaba Cuauhtémoc Cárdenas.
Soy opositor al gobierno de Andrés Manuel López Obrador, por su política de neoliberalismo asistencialista, pero no es posible callar ante una estupidez como la de Lilly Téllez.
¿Estamos ante la 4ª T o el predominio del lillytellismo?
joelortegajuarez@gmail.com