“La historia es maestra de la vida”, recordó el Papa Juan XXIII al inaugurar el Concilio Vaticano II.
El olvido de la historia es un apoyo formidable para los procesos de enajenación. Pero afortunadamente se estudia la Biblia como historia de la salvación.
Y para considerar la cercanía de Dios a la humanidad se le estudia como el Dios que irrumpe en la historia la humanidad.
Tantas consideraciones sobre el misterio de la encarnación dan cuenta de la valía que es el no olvidar la historia.
Pero cuando nos asomamos a las librerías locales, encontramos abundancia de literatura chatarra y muy a las cansadas encontramos unos pocos libros de historia.
Francisco, el Papa que recién ha fallecido, tenía argumentos muy valiosos para recomendar el conocimiento de la historia.
Les decía a los jóvenes: “si una persona les hace una propuesta y les dice que ignoren la historia, que no recojan la experiencia de los mayores, que desprecien todo el pasado y que sólo miren al futuro que ella les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su propuesta para que solamente hagan lo que ella les dice?
Esa persona los necesita vacíos, desarraigados, desconfiados de todo, para que sólo confíen destruyen -o deconstruyen- todo lo que sea diferente y de ese modo puedan reinar sin oposiciones.
Para esto necesitan jóvenes que desprecien la historia, que rechacen la riqueza espiritual y humana que se fue transmitiendo a lo largo de las generaciones, que ignoren todo lo que les ha precedido” (FT. 13).
A estos procesos el Papa les llama “nuevas formas de colonialismo.
Si la historia no está en las nuevas preocupaciones de personas y familias, lo más seguro es que nos constituimos en alumnos empeñosos de la superficialidad.
Pronto tendremos un nuevo Papa, pero las enseñanzas del Papa Francisco no dejarán de estar vigentes.
Lo recordaremos muchos en México por ser latinoamericano.
jesus_delatorre@live.com.mx
