El 16 de junio se cumplieron 196 años de que la entonces Provincia de Guadalajara se declaró Estado Libre y Soberano de Xalisco. El acontecimiento tiene una doble importancia: se trata del surgimiento del primer estado de la Nación Mexicana y del acontecimiento que provocó otros que trajeron como consecuencia el surgimiento de México como República Federal: poco después, el 28 de julio de 1823, Don Prisciliano Sánchez expide el Pacto Federal de Anáhuac; el 31 de enero de 1824, se firma el Acta Constitutiva de la Federación Mexicana; y el 4 de octubre de 1824 se promulga la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, en cuyos debates de ese Constituyente los jaliscienses Jesús Huerta Leal y Cayetano Portugal tuvieron un papel destacado.
La decisión de Guadalajara de convertirse en entidad federativa, tuvo un impacto decisivo para que nuestro país optara por el federalismo como sistema de organización política. Siguieron su ejemplo, las provincias de Oaxaca, Yucatán, Zacatecas y Querétaro que, de manera firme y decidida, plantearon que si no se adoptaba el sistema federal, se declararían países independientes.
A casi 200 años de aquéllos acontecimientos conviene tener presente que, a largo de nuestra Historia, ser una auténtica República Federal sigue siendo una aspiración más que una realidad. Todavía, hasta poco antes del año 2000, el CIA World Fact Book definía a nuestro país como “República presidencial, formalmente federal, pero realmente centralizada”. Por razones no del todo claras, a partir del triunfo de Fox, se cambió la caracterización por la actual que dice: “República presidencial federal”. Hoy, si se procediera con objetividad, debería restituirse aquella definición con la aclaración de que México tiene el federalismo más centralizado del mundo.
Múltiples son las razones de nuestro federalismo deformado. Entre las que más han influido es el habernos concentrado más de 40 años en discutir las reglas del acceso al poder; no las de la distribución, ejercicio y control del poder. Otra es la falaz aseveración de que las entidades federativas son símbolo de atraso político, ineficiencia gubernamental, corrupción e incapacidad institucional para brindar seguridad y cobrar impuestos. Ante tal “razonamiento”, quitar atribuciones y competencias a las órdenes locales de gobierno es interpretado como símbolo de avance, progreso, modernización y democratización. La vía predilecta para la centralización, ha sido crear instituciones nacionales y leyes generales: de 2000 a la fecha se han expedido 51 de las 56 existentes (AMLO ha publicado tres nuevas y seis más están anunciadas). Todo indica que los próximos años seguirán siendo de retroceso para el federalismo en México, ya que entre la 4T y la centralización existe una relación simbiótica: ahora ya hasta quieren desaparecer los organismos electorales locales.