Cultura

El camino a Norte Negro

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  • El camino a Norte Negro
  • Jaime Muñoz Vargas

Comparto parte del texto que leí el pasado 2 de julio en la presentación del libro Norte Negro.

Larga, callada y fructífera ha sido la andadura de Gerardo García Muñoz (Torreón, Coahuila, 1959) para llegar a Norte negro. Catorce miradas a una narrativa criminal mexicana (UANL-Ibero Torreón, Monterrey, 2023). 

No dudo en subrayar que este conjunto de ensayos lo confirma como uno de los más salientes especialistas del género negro en nuestro país, temática que por otro lado arreció su producción en las más recientes décadas, dos al menos. 

García Muñoz aborda en su nuevo libro, en amplios y documentados ensayos, novelas y cuentos de escritoras y escritores nacidos o no nacidos, pero sí radicados, en alguna de las seis entidades del norte mexicano.

Quiero añadir a lo anterior algunos rasgos que amplían el perfil del ensayista. Vivió la mayor parte de su vida del lado oriental del bosque Venustiano Carranza, por la avenida Escobedo. 

Su formación se dio en escuelas públicas: el colegio España, la Secundaria Federal Número 1, la Preparatoria Venustiano Carranza, el Tecnológico de La Laguna. 

Aquí nos asalta una primera rareza. Nuestro escritor tiene título profesional de ingeniero, a lo que sumó la maestría en esa misma disciplina.

Estaba ya bien encarrilado, incluso como profesor, dentro de la ingeniería cuando lo jaló otra materia: la literatura. 

La causa remota de tal llamado estaba en su infancia y su adolescencia: Gerardo fue un tremendo lector de novelas, y si lo adjetivo así no exagero. 

Entre sus obligaciones escolares siempre tuvo libros de narrativa a merced, sobre todo los que de la benemérita colección Sepan cuantos… le traían a Torreón sus hermanos José y Roberto, quienes estudiaban, respectivamente, veterinaria e ingeniería en el Distrito Federal. 

Todos hemos visto esos libros de Porrúa, las temibles dos columnas y el renglón cerrado de sus páginas, pero, de niño, Gerardo no se amilanó y en la Sepan cuantos…. ascendió montañas como Los miserables y La guerra y la paz, entre muchas otras. 

Es por ejemplo, entre quienes conozco, uno de los pocos que han atravesado Los bandidos de Río Frío, y esto lo hizo en la adolescencia.

Su voracidad lectora y una memoria que juzgo harto receptiva permitieron a nuestro autor manejarse como intelectual todoterreno:

 por un lado, dominaba la ingeniería a un grado más que sobresaliente, y, por otro, mantenía en combustión interna su pasión como lector de literatura.

La inusual contienda forzó que un día renunciara a la matemática y la física para ceder toda la plaza a las letras.

Lo conocí en 1987. Recuerdo que aquella vez en su mano traía Noticias del imperio, recién publicada. 

Me desconcertó saber que, pese al librote de Fernando del Paso, era ingeniero y maestro del Tec de La Laguna, y pronto pude advertir que se trataba de un lector total. 

No pasó mucho tiempo para que se acercara a la escritura. Comenzó con reseñas bibliográficas, y pronto descubrió la hospitalidad del ensayo, género en el que se acomodó como en su casa. 

El primero que publicó fue el referido a Adolfo Bioy Casares. Luego vinieron sus trabajos sobre Augusto Roa Bastos, Julio Ramón Ribeyro y otros numerosos escritores. 

A finales del siglo pasado se estableció en Las Cruces, Nuevo México, para transitar la maestría. 

Luego en Tempe, Arizona, para el doctorado, donde se especializó en literatura criminal con una tesis que a la postre sería cimiento del libro El enigma y la conspiración. 

De allí, migró por unos pocos años, ya como profesor de literatura, a Minnesota, y tiempo después, hasta esta fecha, al este de Texas.

En el camino ha participado en numerosos congresos, ha publicado en importantes revistas, se casó con su amada Martha Yadira Díaz y por suerte no se ha olvidado de la polvosa región que lo vio nacer, leer y comenzar a escribir, pues nos visita al menos un par de veces al año.

Hoy, en esta vuelta, nos convida Norte negro, libro que ciertamente, reitero, lo ratifica como especialista en literatura criminal, pero más lo confirma como el voraz y memorioso lector que es desde su lagunera infancia, aquella infancia y adolescencia transcurridas frente al Álgebra de Baldor y las novelas de Porrúa despachadas en una casa amarilla de la avenida Escobedo.

Felicidades a Gerardo por este nuevo producto de su trabajo.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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