Un año sin Gisela, ellas la nombran
Al cumplirse un año de aquella tarde que fuera asesinada en la comunidad de San Miguel Actopan, Celaya recuperar la memoria presente de Bertha Gisela Gaytán Gutiérrez me resulta un deber con ella y con todas. No soy la única que así lo considera, conmigo su familia, amigas y seguramente algunas muchas compañeras reconocen la relevancia de seguir nombrándola en voz alta. Hacerlo es invocar respuestas, reparación y garantías de no repetición.
Nombrarla es acompañar a las sobrevivientes, entre ellas su familia y las muchas otras mujeres que fueron parte de su vida, cada una de ellas y otras no tienen que decirlo para saberlo, viven con el temor de saber el precio que pagan aquellas, que, como Gisela, deciden hacer uso del espacio público en el tiempo de las mujeres.
Desde esta convicción pude establecer contacto con sus hermanas, ambas mujeres físicamente muy parecidas a quien fuera la candidata a la presidencia municipal de Celaya. En particular, una de ellas, la más pequeña, su parecido es asombroso, es como tener a Gis en carne viva, lo visual se complementa con las expresiones compartidas, amables, sonrientes y cálidas.
En ese espacio familiar, el de la hermandad, el tiempo pasa lento, ahí no hay mecanismos de sustitución, como sí lo hay en el terreno electoral. Falta la hermana de en medio, esa hermana que creció entre la protección de una hermana mayor y una menor, la hermana sándwich, la que suele ser la disidente y la de los equilibrios.
“…Como hermana siempre nos impulsó en los logros personales éramos muy unidas, confidentes, lloramos y reímos juntas miles de veces, era la guerrera y traviesa, la niña suspicaz que siempre estaba creando, no podía parar quieta. Era una mujer amorosa, cálida y sencilla. Te impulsaba como hermana a crecer, quería que dieras más de ti, se detenía a para darte ánimo y después era ver adelante, porque ella era ‘echada para adelante’, entrona. Su fortaleza era nuestra madre, le decía que la admiraba por sacarnos adelante cuando faltó nuestro padre, fue un parteaguas en la vida familiar porque ella lo quería mucho…
…Siempre fue una mujer que creció rodeada de mujeres tras el fallecimiento de nuestro padre a corta edad tuvo que abrirse un camino de esfuerzo en búsqueda se sus sueños profesionales, lo que la hizo una mujer resiliente, autentica, de carácter fuerte pero altamente sensible y solidaria, una patriota de hueso colorado. No pasaba desapercibida por su espíritu independiente, franca y directa…
…Intelectualmente muy capaz, de ideas firmes y obstinadas, vivía para la política, era su más grande pasión, muchas veces dejando de lado su vida personal, porque eso la hacía feliz, mencionaba a menudo que había nacido para ello... Se centraba en el presente, pero con la mirada en el futuro. Amaba su Celaya y le dolía Celaya, era muy proactiva con las personas trabajadoras, las mujeres emprendedoras, madres solteras, las mujeres violentadas, la gente de comunidad, donde dio mucha de su energía, con constancia y empatía recorría las comunidades. De hecho, recibimos gratas visitas y anécdotas de personas de comunidades que se acercaron el día del funeral a contarnos su historia con ella…”
Escuchar el recuerdo de la vida de Gisela desde la voz de sus hermanas me permite valorar la fortaleza y la confianza de participar de esta entrevista. Es la primera vez que ambas deciden hacerlo, ha pasado poco tiempo y natural resulta imaginar el miedo, las dudas y la desconfianza que atraviesan sus vidas después de lo ocurrido. Su fortaleza y templanza es digna de ser nombrada, caminan juntas en esa cercanía que supera cualquier distancia terrenal. En su andar, en sus recuerdos, en sus diálogos las tres hermanas permanecen juntas.
“…Compartimos la vida familiar nos llevamos muy poca edad, éramos amigas y hermanas, siempre nos llamaban las hermanas Gaytán pasábamos mucho tiempo juntas y hasta nos confundían físicamente, nuestra madre siempre nos inculcó la solidaridad entre nosotras, porque unidas era más fácil salir adelante con apoyo de unas a las otras, porque todas tenemos y tuvimos momentos bajos y hasta ahora sigue siendo así. Había crecido mucho espiritualmente en los últimos años de su vida, ella era mujer de fe, a pesar de sus miedos y temores no se amedrento ante la adversidad, le planto la cara al miedo, nos tranquilizaba, pero siempre iba adelante, sin dudas…”
Durante entrevista en varios momentos las hermanas Gaytán reconocen que la participación de Gisela en proceso electoral del 2024 tuvo como constante la insistencia de familiares y amistades para que no participara, sus temores fundados correspondían a las condiciones de seguridad del municipio y la violencia presente contra las mujeres. Nadie logró convencerla, todo esfuerzo fue en vano.
Gisela conoció de la violencia en carne propia, en el 2009 fue víctima de secuestro exprés y el 2023 de robo de vehículo con violencia a mano armada en Celaya. Esas experiencias permitieron caminar con precaución, pero no detenerse. Lejos de eso luchó, con todo lo que el término implica, por una candidatura que tuvo muchas voces detractoras al interior del partido que la postulo. Apenas hace algunos días una compañera de caminos de aquellos días preelectorales me dijo “…nunca nos terminaron por aceptar en el partido, cuestionaban que no fuéramos fundadoras. Nunca nos quisieron…”. Al lograr la candidatura, decidió las otras rutas de resistencia, transformar su miedo en un afán de transformar para otras y otros.
El segundo día de la campaña les daría la razón a aquellas voces que alcanzaron a distinguir los riesgos y las hostilidades, su campaña tuvo una duración de apenas 48 horas, que se suman a 38 años de una vida de esfuerzo y empeño.
Las balas fueron para ella, el mensaje fue y es para todas.
Esa tarde, la última de la vida de una joven Gisela, su familia se enteraría de la fatal noticia de la que ya no habría revés: habían matado a la candidata del partido Morena. La primera candidata asesinada en el país y en el estado, antecedida por una lista de hombres. Para ellas se trataba su insustituible hermana.
“…Me entere mientras estaba trabajando, mi madre estaba conmigo y no quise decírselo, fue un golpe muy duro, pensé que mi madre se nos iba del dolor, era su niña la que siempre estaba pendiente de ella, consentidora “muy muy” de su mamá... Mi otra hermana se enteró fuera de Celaya no podía dormir y vio de repente el encabezado de un periódico pensando que era una falsa alarma. Queríamos que fuera mentira, en ese momento te invade la crisis nerviosa, rogábamos a Dios una oportunidad de vida… es muy duro pensar en que no volverás a ver a tu ser querido y se ha ido en medio de la violencia y la injusticia...”
Laura, una querida amiga de Gisela también tiene el recuerdo imborrable de aquélla fatídica tarde,
“…Yo estuve presente en lo que ocurrió iba a pocos pasos de ella. No recuerdo muchas cosas, tengo un estrés post traumático aún…Recuerdo un estado de shock, el dolor que sentí, la impotencia, no podía respirar…Esa noche tuve miedo, aún lo tengo...”
Selene, otra amiga y aliada de caminos con Gisela, recupera ‘ese día’ que permanece en su cuerpo y ánimo, imposible pedirle algo distinto.
“…Mucho miedo, miedo que hoy en día me despierta tres o cuatro veces en la madrugada a revisar por la ventana que nadie este fuera de mi casa, miedo que me hace salir de casa y cerrar con tres llaves a mi hijo y a quien lo cuida, miedo que me hace pensar en no volver a participar en la política una vez concluya este encargo…”
Laura, Selene y todas deben de saber que seguramente con ellas muchas tuvimos y tenemos ese miedo, cercano al terror. Sepan compañeras que el miedo nos alcanzó a todas, ahora mismo permanece. Gisela fue asesinada una tarde a la vista de todas y todos, el mensaje no admite ambigüedades sobre el afán de una lección para todas, sí, para todas aquellas que en el ejercicio de las libertades emprendamos caminos, decisiones en espacios públicos y privados condicionados, a todas luces, por las violencias.
El miedo permanece desde aquella tarde. El dolor y la falta de respuestas ahondan esa sensación de vulnerabilidad. El tiempo transcurrido, el no acceso a la justicia y la endeble definición en rutas de investigación alimentan la incertidumbre sobre la no repetición.
Con el paso de los días el mundo regreso a la normalidad dentro de una anormalidad que como sociedad sobrevivimos. Para la familia de Gisela, hay un antes y un después,
“…La vida nos ha cambiado, sabemos que esto nos es una excepción, desgraciadamente en este país es una realidad de muchas personas, crea aún más dolor saber que quizás miles de familias pasando esto. Es una vida donde la salud mental ya no existe, reinan el dolor, la ansiedad la tristeza. Transitando el proceso del duelo solo queda crecer de otra manera y tener otro consuelo, el que sus sueños y que su legado continúe.
No podemos salir adelante si no tenemos representantes coherentes, mujeres que nos inspiren, representen, es necesario tener figuras de inspiración QUE SIGAN HACIENDO HISTORIA…
Es tiempo de mujeres, pero para las que pueden llegar. Hay una brecha enorme que excluye de cierta manera a mujeres con menos oportunidades, sin apellidos, sin recursos económicos suficientes que aun con talento no pueden aspirar a mayor preparación, cuesta mucho destacar, abrirse, hay muchos baches en el camino, y deja en la vulnerables a la violencia en muchos puestos de trabajo, hay avances, pero no para todas…”
En este mismo ánimo de cuestionamiento necesario Laura, su querida amiga y quien la acompañó de forma decidida en proceso electoral y hoy mantiene ese nivel de compromiso, señala contundente:
“…Que la violencia crece, que la violencia sigue, que tenemos una deuda con ella y con todas las mujeres que han perdido la vida por la política, y con las que siguen violentando, y con las que no también, para que no vuelva a pasar, que la violencia si no se para a tiempo, evoluciona, y que falta mucho para poder cambiar las cosas pero que somos muchas las dispuestas que aquí seguimos, lamentablemente aún no es suficiente…”
Coincido con ellas, y seguramente con muchas otras, la deuda con Gisela permanece, no basta con retoricas estridentes. A un año, poco o nada hemos aprendido cuando de violencia contras las mujeres hablamos, ¿qué mecanismos jurídicos en materia de seguridad, y otros, han sido revisados para garantizar la participación de las mujeres en entornos tan violentos como los preexistentes en Guanajuato?, por ejemplo.
Gisela en primera persona
A manera de un acto de confianza que mucho aprecio, las hermanas Gaytán, me comparten un texto que para entonces escribió de propia mano una Gisela ciudadana, política y candidata. Una mujer qué, como muchas otras, creyó y creemos que es posible…hasta que las crudas realidades y violencias nos alcanzan.
Soy abogada de profesión porque confío que las leyes son para la impartición de justicia y maestra en derecho administrativo porque desde las instituciones es donde se garantiza el servicio público a la ciudadanía, es ahí donde debemos poner especial atención a los procesos que le responden a la sociedad día a día.
Mi padre que hoy me acompaña desde el cielo en todos mis proyectos, fue médico y crecí con su más grande ejemplo de vida, estar siempre para los demás en los momentos de mayor necesidad; de mi madre heredé la tenacidad y el coraje para lograr mis objetivos; en mis hermanas, dedicadas a la salud mental, veo la entrega y el amor más puro porque con un abrazo son capaces de llenarme de alegría y apoyo.
Cuando aún era niña tuvimos una temporada con problemas con los servicios básicos como el drenaje y pavimentación, mi madre siempre luchó porque el gobierno pusiera especial atención a estas necesidades y creo que ahí fue donde decidí involucrarme con las cusas comunes.
Hoy, participo en la política porque al igual que tu creo que a Celaya le urge una transformación institucional, pero sobre todo una administración que garantice los derechos de las mujeres, accesibilidad de calidad para los jóvenes a los servicios públicos, empleabilidad de calidad para todas y todos los guanajuatenses, así como una vida animal donde habite la empatía.