A Jesús Iglesias, ingeniero civil con especialidad en estructuras, el encierro provocado por la pandemia lo hizo retomar su amor por las artes plásticas y homenajeó a sus amigos, entre ellos quienes anidan en Los Insurgentes, la pulquería donde el escritor, poeta y periodista Carlos Martínez Rentería, en convivencia con otros, empezando por dueño, Alan Ureña, ha promovido la contracultura. Pero el primero murió en febrero pasado.
Por eso el recuerdo.
Con pasos y puestos directivos en la UNAM y la UAM, Iglesias ha sido visto en peculiares cantinas del Centro Histórico de Ciudad de México, donde bosqueja rostros con su plumín, algo para él cotidiano mucho antes de que llegara el devastador virus, pues trabó amistad en espacios culturales no comunes en carteleras comerciales, sino en el ámbito subterráneo, y entonces retomó su gusto por el retrato y el dibujo.

Fue así como trasladó al lienzo aquellos rostros de sus amigos este hombre a quien de niño su padre inculcó esa afición y creció con “una dualidad”, como dice, entre el arte y la técnica. Por eso en 1984, después de algunos altibajos, decidió hacer un alto en la ingeniería para estudiar el posgrado en Artes Plásticas en la Academia de San Carlos.
Y eso estaba cuando llegó el temblor de 1985, por lo que donde la ingeniería se volvió muy relevante y lo jaló de nuevo y dejó las artes. “Ha sido mi vida una serie de vaivenes; ahora sí que el juego que según las cartas me daba era las que jugaba en esas dos vertientes”.
—Y vino la pandemia.
—Bueno, llevo varios años que decidí regresarle al arte lo que el sismo me quitó y en esta etapa he entrado en contacto con los medios artísticos, he hecho relaciones, he andado en el submundo de la cultura, sobre todo en la cultura no convencional y, desde luego, para todos, la pandemia fue tremenda y nos obligó a encerrarnos y dejar de ver a la gente que tratábamos.

Y evocó a sus amigos a través de sus retratos, comenta en una sala de la pulquería donde están las figuras de El fotógrafo, El poeta, El empresario, El pintor, La bailarina, El ingeniero, El Pikos, El promotor y El autorretrato.
La exposición se llama precisamente Cuarentena, explica, porque refleja la evocación de estas personas, la mayoría del mundo artístico que gira alrededor de este lugar, la pulquería, que “que es uno de los centros más importantes de la cultura en la ciudad”.

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Y a la memoria de Iglesias vuelve el incansable Carlos Martínez Rentería, reconocido gestor cultural, quien hace 30 años creó la revista Generación, rodeado de amigos y colaboradores.
Por eso, añade Jesús, Los Insurgentes no es un bar común y corriente. “Tiene una vida cultural muy intensa; se hacen presentaciones, exposiciones, proyecciones de películas, y el eje de esa parte cultural era Carlos”.
—Era una de las bujías.
—Pues la parte cultural giraba alrededor de su trabajo. Esta exposición, por ejemplo, es una evocación de cómo sobreviví a la Cuarentena y un homenaje a mis amigos, en particular a este personaje tan importante para la contracultura, que es Carlos Martínez Rentería.

Y no podía faltar Alan Ureña, el dueño de la pulquería, y Carlos Martínez Escoto, el inseparable hijo. “También está el pintor maldito Felipe Posadas, colega mío; el fotógrafo de la pulquería, Juan Carlos Ruiz, y otra persona, para mí muy importante, mi modelo, Berenice Avilés”. Y el ingeniero Moisés Shabot, que fue su alumno hace muchos años.
Iglesias siempre se refiere a sus amigos como “gente muy afectuosa”. Esta vez lo dice mientras informa que a cada uno le regaló sus retratos. Entre ellos está su modelo, participante en la danza Butoh, captada “en uno de los momentos más dramáticos” de la obra El Nacimiento.
Ex profesor de la Ibero y en el posgrado de Ingeniería Estructural de la UNAM, así como director de Estructura de UAM-Azcapotzalco, Iglesias cuenta que el retrato de Martínez Rentería lo hizo poco antes de que éste participara en una feria del libro. Desde entonces ya no lo volvió a ver.

Habían comprado sombreros en la tienda Tardan, que está en los portales del Zócalo, y de ahí pasaron a la cantina. “Estábamos brindando y ese brindis de camaradería es el retrato que está ilustrado en la escalera”.
Fue un año antes de que comenzara la pandemia, “que cambió muchísimas cosas; entre otras, incidió mucho en los artistas plásticos en que, debido al aislamiento, lo que era dibujo de modelo, empezó a sustituirse mucho por fotografías”, recuerda.
—Y vino la evocación…
—Pues yo no pude ver ni abrazar a mi amigo antes de que falleciera, pero estuvimos en contacto; y así como yo traté de hallar una salida a mi encierro con los retratos, él halló una salida a su encierro editando dos libros.
—¡Dos libros!
—Mira, Carlos, y hay que decirlo, es un gigante por una razón, bueno, por muchas, pero hay una razón muy importante: durante más de 30 años mantuvo una revista de contracultura, Generación, que para mí no puedes explicar mucho el arte actual mexicano sin ese esfuerzo por rescatar a lo que él llamaba la contracultura. Y en esta revista venía ilustrada con dibujos; entonces, desde que lo conocí, hace ya varios años, empecé yo a ilustrarla.

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Jesús Iglesias ilustró una compilación del propio Martínez Rentería y su hijo Emiliano. “Estos libros que sacó durante la pandemia son recopilaciones de escritos muy importantes que aparecieron en la revista”, dice. “Por ejemplo, uno está dedicado a la Generación Beat. En la revista Generación hay mucho material y él lo agrupó en el libro”.
—Y trató a uno de ellos…
—De hecho, poca gente sabe, pero Carlos trajo a México a
(Lawrence) Ferlinghetti, que es uno de los clásicos de la Generación Beat.
—Y qué decía cuando pedía los libros.

—Él me hablaba, me habló, “oyes, Jesús, voy a sacar un libro y requiero que me lo ilustres, ahí te van los textos”, y ese libro contiene ilustraciones que en un 95 por ciento son mías.
—Y a darle.
—Sí, algunos los saqué de fotografías; otros los inventé. Me divertí mucho poniendo Cassidy y Kerouac abrazados en El Tío Pepe, en el Centro; también puse a Burroughs con ellos en la Fuente del Neptuno en la Alameda.
—Y hay otro.

—Sí, La bruja blanca, dedicado al consumo de cocaína, en donde, con el mismo procedimiento de que va a salir el libro y “órale, quiero los dibujos”, pues ilustré varios de textos con los retratos de los que escribían; no sé, tanto de fuera de México, como del mundo de la contracultura, como Guillermo Fanadelli y J.M. Servín, ¿no?
Y quedan como testigos los retratos de quien también ilustró el libro Tardes de faena, donde plasma el ambiente de esa cantina que inmortalizó, como escribió Martínez Rentería, cuya imagen parece oficiar desde las escaleras de esa pulquería que también fue su casa.



Humberto Ríos Navarrete