Política

Núcleo de obsesiones

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Cuando comenzó a salirme pelo en pubis, axilas, brazos y piernas, me invadió la desesperación y el pánico. Por un tiempo dejé de usar shorts y playeras de manga corta. Si lo ocultaba, seguiría siendo niño. Pero que el pelo también me saldría en la cara es algo que no vi venir. Comencé a rasurarme con asco y me angustiaba cada que sobre mis espinillas pasaba la navaja. Fue una época triste. Duró quizá un año, de los 13 a los 14, que viví sumido en la desesperación y el pánico. Por desesperación me refiero a total pérdida de esperanza, y por pánico a intenso miedo privado. Jamás volvería a ser niño. Después vino la nostalgia, un deseo voraz por regresar. La certeza del pasado como la tierra perfecta. Un pasado que estaba 10 meses detrás de mí, y su cercanía lo volvía más hiriente, porque era imposible a pesar de estar tan cerca. Mis amigos dejaron de querer jugar futbol los viernes por la tarde y comenzaron a ir a fiestas. Yo dejé el futbol a falta de quorum y me negué a las fiestas. Eso no me interesa, le dije a mamá, y le pedí recomendaciones sobre libros. Me dio su colección de Agatha Christie. Por “eso” me refería a coqueteos y cerveza. Leía a Poirot y Miss Marple todas las tardes, pero estaba mintiendo: mi sueño secreto eran los besos.

***

Me aterra la idea de haber perdido la capacidad de asombro. Antes devoraba cualquier libro de ficción que a mis manos llegaba. Me imponía la obligación de llegar hasta el final. Ahora me aburro a la página 14 y sin contemplaciones abandono. Antes, dejar una historia inconclusa me hubiera sumido en el autodesprecio. Ya no, me da igual, quizá hasta disfruto dejar la tarea lectora inconclusa. Pero leí El vendedor de silencio de Enrique Serna. Tardé tres días en llegar a la última de sus 576 páginas. Y si algo además de asco siento hacia Denegri, es interés por su fuego; me pregunto si un impulso como el suyo, arrollador, incansable, puede ser provocado por distintos impulsos. No el poder, sino los colores; no el dinero, sino los sonidos. Yo deseo un fuego de colores y sonidos al cual entregar mi tiempo, energía, imaginación y pensamientos.

***

Exagerar está en mi sangre. Me fascina ir demasiado lejos siempre. Soy tan propenso a las obsesiones. No parar. Insistir en algo ya agotado. Desesperar. Agobiar. Insistir más. Me atraen las repeticiones. Decir-hacer-sentir lo mismo sin descanso. Una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez. ¿De dónde me ha llegado mi sangre exagerada? ¿Qué personas de mi ascendencia se han mezclado en ella para hacerme ir demasiado lejos siempre? En mi pasado familiar hay un núcleo de obsesiones que me origina. _

Hugo Roca Joglar



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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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