Desde niño he leído sobre ciencia. La considero una de las actividades más estimulantes, más satisfactorias que emprende el ser humano. Me parece absolutamente maravilloso que haya personas dispuestas a trabajar en el laborioso proceso de entender la realidad. Y es que la realidad física es el ámbito de la ciencia. No tiene que meterse en el ámbito de la metafísica, de los valores, del deber ser. Con ocuparse de lo que es tiene suficiente.
Aclaro que la realidad física porque también existe una realidad no física, el ámbito de la imaginación. Y aunque un buen científico puede y debe usar la imaginación para inventar acercamientos a su objeto de estudio, a la hora de consolidar lo que hace tiene que usar datos, datos físicos, datos corroborables.
Ruy Pérez Tamayo ha dicho desde hace muchos años que la ciencia, como actividad humana, tiene como producto el conocimiento: se hace ciencia para conocer el funcionamiento de la realidad, y para lograrlo es necesario acercarse a este última desprovistos de ideas preconcebidas, un poco dispuestos a aceptar lo que digan los datos.
Esa es una de las dificultades mayores al hacer ciencia: obtener datos fiables, datos específicos, datos repetibles. Solo se puede progresar en ciencia si los datos que yo obtengo son los mismos que obtiene mi compañero. Aunque se pueda especular sobre realidades alternas o paralelas, la ciencia parte de una idea albergada desde el amanecer del pensamiento filosófico: es posible conocer la realidad y es posible hacerlo porque es regular, repetible.
Pero a últimas fechas la sinrazón nos está pidiendo cosas impensables. La ciencia es vista como un instrumento para conseguir cosas, más allá del conocimiento, y el acercamiento a la naturaleza, bajo la máscara fingida del respeto a lo que es, oculta una ideologización ramplona. La ciencia debe estar, nos dice, al servicio del pueblo, de las causas populares. Y el que no entienda este sesgo, esta maroma mental, es un enemigo del pueblo. Razonamientos así han servido en el pasado para justificar las peores atrocidades.
Creo que necesitamos librar a la ciencia de estas cadenas ideológicas que además conducen a la mediocridad. Necesitamos verla, practicarla, como lo que es: una pesquisa continua para sondear los misterios de la naturaleza. Y solo aceptar la politización como exigencia social, no como causa al servicio de una ideología. He dicho.