Yo sí. Creo. Confío. Pero no dejo de preocuparme. Porque mi hijo está a 9 mil 600 kilómetros, y cuando aquí son las nueve de la mañana, allá son las cuatro de la tarde. Pero está en un ambiente bastante controlado, junto con compañeros brillantes, y sobre todo confío en su buen juicio.
Y es que en estos tiempos, como todo padre lo sabe, nunca está de más preocuparse por lo que hacen nuestros cachorros. Apenas ayer supimos, por nota de Eduardo Mendieta, que el Ayuntamiento de San Pedro Garza García les prestó un edificio municipal a las hermanas Loreta y Camila Garza Dávila, propietarias del ya desaparecido Rainbow Multicultural Garden, un jardín de niños donde supuestamente los chicos aprenden siete u ocho idiomas simultáneamente.
El centro fue fundado también por Rosa Laura Junco de la Vega, cuyo nombre, junto al de las hermanas Garza Dávila y el de muchas otras mexicanas solventes, fue puesto bajo los reflectores en el juicio que se le siguió a su máster y amo, Keith Raniere, apenas este mes hallado culpable de un rosario de cargos nefastos y en espera de una sentencia que, tras los testimonios escuchados en la corte neoyorquina, no debiera permitirle ya quedar en libertad.
Sé muy bien que no debemos tirar el agua de la bañera junto con el niño, y que del emporio de mejoramiento personal de Ranière, el llamado Nxivm, seguramente hay una que otra cosa buena. No muchas. Ya se ha revisado mucho su caso y se tiene claro que es una ensalada de Ayn Rand, Tony Robbins y otros presuntos gurús de desarrollo personal, pero diseñado cuidadosamente para tener más efecto sobre personas inestables emocionalmente. Y todos lo estamos de alguna forma; todos tenemos vulnerabilidades explotables por personas sin escrúpulos… máxime los adolescentes como mi hijo.
Lo único que tengo claro en este caso es que no quisiera dejar la educación de mi cachorro en manos de alguien suficientemente dañado como para considerar un honor que lo marquen con un hierro candente en la zona púbica… y que defiendan a su Raniere, su Vanguard, como si fuera un mesías y no un parásito depravado.
Y si quiere saber, de primera mano, cómo eran las cosas ahí adentro, además de los recuentos como la crónica del juicio por Roberta Garza, le recomiendo leer, de Catherine Oxenberg, Captive. A mother’s crusade to save her daughter from a terrifying cult. Verdaderamente preocupante.