El lunes pasado, el presidente Andrés Manuel López Obrador cerró su mañanera con una referencia despreciativa hacia dos de las ramas de las que sabe poco, y empezó el pasaje con una referencia que a más de uno nos dejó con la boca abierta.
“Habría que definir qué entendemos por cultura porque si se trata de apoyo a la cultura les podría decir que nunca se ha apoyado tanto a la cultura como ahora, en mi concepción de cultura”, dijo, refrendando así lo que ya muchos sospechábamos sobre sus limitadas luces: regalar el dinero de todos los mexicanos a los grupos indígenas porque son pobres puede indicar que tiene buen corazón (aunque no lo sea destinar miles de millones hacia los centroamericanos que están más jodidos que nosotros, pero esa ya es otra historia), pero definitivamente no es apoyar a la cultura: es una gansada entre muchas.
Luego se metió con los científicos. De ellos dijo: “Si hablamos de la burocracia que existía, enquistada en el Conacyt —con todo respeto y no generalizo” (aunque en los hechos no los respeta nada y sí está generalizado)— “que se daban la gran vida… políticos y burócratas encargados del fomento a la ciencia…”.
Dejemos aquí las pamplinas: María Elena Álvarez-Buylla Roces está ahí, como tantos otros, porque hace lo que él quiere sin cuestionarle nada, igual que el otro científico que con todo y sus laureles y sus paparruchas ambientales, parece ciego a los desmanes que se están cometiendo en nombre de la ecología. Solo él sabe dónde encuentra estos esperpentos mentales que quizá sean honestos, pero francamente están para llorar.
Dijo El Peje que “le voy a invitar a María Elena que venga y que les informe para que de una vez también se ponga al descubierto todas las fechorías que hacían los que estaban a cargo del fomento a las ciencias, las innovaciones, la tecnología”.
“Fechoría”, nos dice el Diccionario del Español Político, es una “acción mala o delictiva”, así que ambos nos revelarán los malhechores que aprovecharon la ciencia para el mal. Méndigos. Nomás le recuerdo a don Peje que esos malhechores han ejercido históricamente menos de 0.5% del PIB, menos de cinco décimos de centavo de cada peso. En cambio los políticos como él —que ni siquiera quieren rendir cuentas, que solo usan al pueblo para desunirlo—, ellos sí le han cargado las costillas al apaleado pueblo mexicano. Hi-pócri- tas.
