Dice el secretario de Seguridad, Aldo Fasci, que en Nuevo León habría hasta medio millón de drogadictos. Su estimación se basa en otra que ubica el valor del mercado de drogas en de 8 a 15 mil millones de pesos. Creo que se equivoca en sus cálculos. Las drogas son más compactas hoy que hace diez años, y también son de movimiento más fácil, pues las autoridades andan haciéndose bolas atendiendo a una consecuencia de este trasiego: la violencia insensata que no cede a los abrazos amlistas ni a los palos de ciego que da la autoridad.
En una cosa sí tiene razón Fasci. La solución está en prevenir el consumo más que en reaccionar a él. Pero es un solución tramposa proveniendo de un policía, al que contratamos para el ahora, no para los plazos largos que implican cambiar una conducta de muerte por algo más razonable.
No es que no se le hayan echado ganas. En Nuevo León precisamente se cumplen diez años desde que las reformas penales crearon las llamadas cortes de drogas. En septiembre de 2009 se instaló en Guadalupe la primera, basada en la fe en las personas y consistente en un programa de desintoxicación de 18 meses para casos selectos. ¡Atención de hospital, en libertad, en vez de cárcel!
El sueño del Peje, abrazos en vez de balazos. Atención en vez de represión.
¿Resultados? Tibios, cuando mucho. Un reporte de hace cinco años dice que se admitieron para el programa 168 inculpados. De ellos, había 36 vigentes, 54 fueron expulsados del esquema por alguna causa, 46 egresaron con éxito, en teoría regenerados (27 por ciento), dos se dieron de baja voluntaria, 30 no fueron finalmente admitidos.
Con toda la buena voluntad del mundo no nos alcanza el concepto. Si tenemos medio millón de narcodependientes (y en realidad la abrumadora mayoría son ebrios), no hay presupuesto que alcance si en cinco años solo pudimos hablar de 46 casos de éxito.
La causa es el contexto. Mientras no logremos cambiarlo, para estas personas la botella, el porro o cual sea su droga de preferencia, seguirá siendo un escape a las dificultades de la vida. Eso se los resuelve le droga, en su modalidad de tráfico. Mientras exista esa distorsión económica de la vida, ninguna policía, ninguna Guardia Nacional, nos sacará del hoyo.