Monterrey es una ciudad que aspira a ser de primer mundo, pero con un servicio de taxis que en algunos aspectos es prehistórico.
No es gratuito que gobierno del estado, en teoría el regulador del sector esté batallando horrores para arreglar las cosas. Detrás de esto puede haber conflictos de interés ruines y mezquinos, pero no necesitamos una nueva revelación para señalar el cochinero.
Las plataformas digitales llegaron a revolucionar el transporte, en un esquema que beneficia por igual a pasajeros y a conductores, pero no han podido establecerse bien por razones también conocidas.
Los taxistas agrupados en centrales han representado una fuerza de choque para los gobiernos, y si bien esto ha ido dejando de ser cierto, todavía no llegamos a la civilización.
Taxistas han sido quienes agreden a choferes de Uber y quienes están detrás de muchas marranadas del sistema. Con perdón del gobernador Jaime Rodríguez, no hemos necesitado extranjeros para convertir a los taxis en foco oscuro de mucha delincuencia.
Es que necesitan estar regulados, dice el Bronco, con razón. Pero no solo los Uber y los DiDi: necesitan estar regulados todos los que prestan el servicio. Y ahí el papel regulador del gobierno ha sido un fracaso. Noé Chávez admite que encontró permisos desaparecidos, inventarios incompletos, expedientes mal hechos. ¡Y acaba de llegar! Esto significa una sola cosa: el gobierno no tiene control sobre el sistema. No sabe cuántos taxistas hay, quiénes son, dónde viven; tiene un montón de documentos que no sirven más que para cobrar, extorsionar, manipular.
Repito, no hay ningún control real sobre el sistema.
¿Qué pasará con el gobierno metido a regular algo que hasta ahora ha funcionado bien? El sistema de taxis del aeropuerto es evidencia clara: todo se encarecerá. Un taxi de la calle me cobra 250 pesos por llevarme al aeropuerto; un Uber me cobra 150, pero un transporte del aeropuerto me puede llegar a cobrar ¡500 pesos! Y siempre hay que hacer fila y, en fin, usted ya sabe cómo está la cosa.
Las plataformas aceptaron entrar a un esquema regulado, y pagar un impuesto más.
Pero se tiene que encontrar una forma realista, sana, de que el servicio funcione. Y está claro que darles una app a los taxistas puede ser una buena solución para los buenos, pero una oportunidad de oro para los gandallas.
Cuidado.