Política

Coronavirus: días por venir

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  • Horacio Salazar

Tocando la guitarra en su estudio, pero transmitiendo vía Facebook para el mundo, Ernesto Pérez, El Gallo, alzó anoche su copa para decir a todos: “¡Salud!”. El sentido inmediato lo acompañé dando un sorbo a mi café, y agradecí interiormente el otro sentido, el de desear la salud al público en estos tiempos del nuevo coronavirus. El Gallo aportó lo suyo a la comunidad ofreciendo lo que sabe hacer, música y canto, para una cincuentena de espectadores que por unos instantes nos olvidamos de las negrura cotidianas gracias a la música.

Llevamos apenas unos días en un aislamiento que todavía es parcial y que tomará muchas semanas que pondrán a prueba nuestra paciencia y nuestra capacidad de ir más allá del teclado para recuperar el sentido de la familia. Si tenemos la grandeza, también nos permitirán poner a prueba nuestra solidaridad a medida que las cadenas de suministro se vayan rompiendo, y se haga más difícil abastecernos de los insumos necesarios para la vida.

Soy de los afortunados que tenemos recursos mentales y económicos para que el distanciamiento social sea apenas molesto. Un buen enlace a internet y red de servicios nos permiten, por el momento, ver a la pandemia casi desde la barrera, aun con los testimonios de amigos como Leonor Solís, que desde Navarra nos comparte los apremios de la vida aislada.

He llegado a la conclusión de que en efecto importa poco a estas alturas lo que haga nuestra patética clase política por un país al que han saqueado desde hace décadas al amparo de distintas banderas. Nada importa que tengamos el gobierno más inepto de que se tenga memoria en términos económicos y de salud. Cuando llegue en unos días la marea de SAR-CoV-2 (nombre auténtico del coronavirus causante de la enfermedad llamada Covid-19), nos encontrará patéticamente impreparados. Sin respiradores, sin camas, sin medicinas suficientes para atender a los pacientes previstos, enfrentaremos la pandemia con un ejército de médicos y enfermeras que defenderán la vida con las uñas y poco más, y no saldremos indemnes.

No podemos ya frenar la dispersión de la enfermedad. Pero podemos hacer nuestra parte por aplanar la curva de contagio. ¿Cómo? Ya lo hemos escuchado hasta el cansancio, pero nunca estará de más repetirlo: reduzcamos al mínimo nuestro contacto con otra personas; lavémonos las manos concienzudamente, mantengamos la calma y, si podemos, extendamos una mano para ayudar a otros más desafortunados que nosotros. Si sobrevivimos, ojalá que después de este trance seamos más solidarios. Ciertamente seremos otros; hagamos pues un esfuerzo por convertirnos en mejores personas.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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