Es cierto que elegir es discriminar, pero tratándose de géneros literarios discriminar nunca es sinónimo de menospreciar.
Prefiero leer ensayo. La mayoría de mis lecturas pertenecen a tal clasificación. Leo menos novela y todavía leo menos cuento.
Aplaudo la tensión y la complejidad para resolver el remate de un buen cuento.
Sé que no es menor la dificultad para hacer respirar la humanidad de un personaje; y admiro ese talento arquitectónico para construir y amueblar el mundo ficticio donde vive alguna novela.
Pero me gusta, decía; más el ensayo. El género donde a veces los únicos humanos presentes son el autor y el lector que se conceden una inteligencia mutua a través del lenguaje.
Leer ensayo es hacer del autor un nuevo amigo, y esto lo sabemos todos: sólo se logra escuchando con atención al otro.
Y al igual que la reunión con el amigo, si el libro no merece varias lecturas entonces no merece ninguna.
Leer ensayo me gusta porque no requiere identificarse con algún personaje, tampoco exige empatía sensiblera como boleto de entrada para engancharte con la lectura.
Puedes estar en desacuerdo con muchas opiniones del autor pero aun así admirar su claridad y su estilo para articular ideas.
Dice Fernando Savater en su antología “El arte de ensayar. Pensadores imprescindibles del Siglo XX” que el ensayista merodea territorios intelectualmente retadores, nunca con la arrogancia del erudito que pone punto final al mapa de ruta, sino con el arrojo del pionero que sólo tiene su curiosidad e ingenio como herramientas de conquista.
Por supuesto, Savater cita a Montaigne, el inventor de este tanteo literario, reflexivo, puntiagudo, autobiográfico, filosófico y erudito llamado ensayo.
Para mí, un ensayo es una inauguración, es un cruce de vías fundacional, (aventuro aquí tal metáfora para hacerle un guiño amoroso a mi querido Torreón).
Una intersección de disciplinas que construye un nuevo hábitat cosmopolita de conocimientos, de provocaciones intelectuales, de seducciones originales y de campos fértiles para mejores saberes.
