Estos tiempos de SARS-CoV-2 son para elegir. Se puede optar por quedarnos a un lado del camino o por tomar la iniciativa. Se puede formar parte de quienes siembran dudas y desinforman o de quienes ponen sus días y horas al servicio de los demás.
La elección es fácil.
En todo México hay miles de equipos que trabajan sin descanso para enfrentar la epidemia que dejó ya más de 4 mil muertos y amenaza con causar miles más.
Son ingenieros, diseñadores industriales, médicos especialistas, físicos, biólogos, virólogos, biotecnólogos, inmunólogos, que trabajan en pos de un test seguro, una vacuna o terapia para el covid-19 o en la construcción de un ventilador, caretas, o cajas de intubación.
Hay directores de hospitales, responsables de laboratorios, encargados de almacén, jefes de piso, enfermeras y especialistas en medicina crítica, camilleros y paramédicos, lo mismo que proveedores que instalan carpas, domos, hospitales de campaña, clínicas inflables.
Otros son policías que hacen dobles o triples turnos y que tienen que atender llamados de personas enfermas en plena calle o acudir a disolver un festejo prohibido en tiempos de cuarentena. También están los trabajadores de limpia que mantienen el servicio, pasan a nuestros domicilios y se llevan sus camiones atestados con más basura de lo usual.
Son infinidad de ocupaciones y profesiones que no pueden estar en casa mientras se aplana la curva. Hay choferes de microbuses, camiones o el metro, reporteros que entran y salen de hospitales para hablar con víctimas, doctores, familiares y todas las noches alimentan los noticiarios y las redacciones. Especialistas en salud pública que le siguen el paso a la epidemia hora por hora, que elaboran modelos, métodos de registro, preparan análisis y escenarios para que los responsables puedan tomar decisiones.
Están los administradores de empresas y sus contadores que se ven obligados a proyectar hasta dónde da la nómina y qué recortes habrá que hacer para mantener la operación. Los que calculan las lamentables liquidaciones y finiquitos, los que tramitan créditos, los que atienden las urgencias de la producción.
En los restaurantes se escriben otras historias, a cual más interesante e inspiradora. Las mujeres y hombres de cofia, mandil y filipina tuvieron que cerrar las puertas, pero no sus hornos. Todos los días, hay cientos de ellos que preparan comidas y donan miles de toneladas de alimentos preparados a hospitales, clínicas o a quien lo requiera por pobrezas y desempleo adquiridos en estos días… o a los pobres de siempre.
Es trabajo en equipo, sin protagonismos ni búsqueda de reflectores. Son manos solidarias que se extienden en momentos de crisis tan sólo porque quienes lo hacen saben que somos humanos y que como especie tenemos un compromiso con los demás.
No requieren que alguien llegue a organizarlos ni a invitarlos a cooperar. Basta con saber que hacen falta sus esfuerzos para hacer a un lado la corbata y emplearse a fondo.
Me quedo con ellos porque, aunque a veces toque aguantar, cuando llega la hora ahí estaremos siempre, siempre, siempre.
@hzamarron
hector.zamarron@milenio.com