Política

AMLO y los límites del poder presidencial

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  • Héctor Zamarrón

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Se piensa al soberano como al todopoderoso, capaz de emprender cualquier cambio —con éxito— y de resolver cuanto problema político o social se presente. Sin embargo, la esfera de influencia del Poder Ejecutivo es bastante limitada, no solo en lo presupuestal, tema básico, sino frente al resto de los poderes reales de la sociedad.

A López Obrador se le supone omnipotente y se le acusa de concentrar el poder, de eliminar cualquier disidencia y de recuperar facultades metaconstitucionales (Carpizo) que la Presidencia había perdido en los últimos sexenios. ¿Qué tan real es esta percepción?

Desde Ferdinand Lassalle hasta la fecha sabemos que, más allá de la ley, en la sociedad pesan los grupos que de verdad detentan el poder, no solo el económico, sino el político, social, el religioso y hasta el científico: agrupaciones empresariales, liderazgos regionales, sindicatos corporativos, dirigentes sociales y hasta el crimen organizado, sin dejar de mencionar a quienes lograron enquistarse en el Estado e institucionalizar sus privilegios, la burocracia dorada.

Ellos saben que un presidente tiene los años contados en el poder y que, si resisten lo suficiente, verán desfilar uno tras otro mientras defienden sus canonjías.

El poder real está en el dinero. Desde ahí se pueden orquestar campañas contra un candidato incómodo —como lo fue López Obrador en 2006—, además de operar chantajes y presionar decisiones de política pública.

El poder de un presidente en México puede ser enorme, pero también fugaz.

A López Obrador se le fueron los mejores años ya, aquellos en que la legitimidad absoluta del arrollador triunfo de 2018 le permitía hacer reformas profundas.

Hizo algunas, pero no transformó al Estado.

En lo económico ha ejercido un conservadurismo destinado a mantener tranquilo al capital —ni nuevos ni más impuestos— aunque sí ha combatido la evasión organizada de las factureras y despachos especializados, además de acciones ejemplares (en el sentido de advertencia), como la detención de Alfonso Ancira.

De discutir la renta mínima básica o cómo gravar las herencias mejor ni hablar. Su reforma energética dependerá de los acuerdos en el Congreso.

En lo social el resultado es mixto e incierto aún. Si bien los apoyos económicos son millonarios, la pobreza se mantiene con pocos cambios y la pandemia también ha jugado en contra.

Lo que sí cambió con su llegada es la discusión de nuevos temas en la esfera pública, la aparición de otros actores y sujetos sociales en la discusión mediática, lo mismo que en la política. La corrupción dejó de ser un valor a seguir y la apuesta por el sureste era imprescindible.

Con su llegada también vino una reivindicación de lo público. Desde la salud hasta la educación, pasando por el transporte. Después de años de descrédito y menosprecio hacia las universidades del Estado, hacia el quehacer público, emerge una nueva apreciación de su verdadero valor social.

El cambio quizá no ha sido el deseado, pero el poder del Presidente sí alcanzó para cimbrar un aparato estatal corrupto, para sacudir las estructuras políticas y para detonar un proceso cuyo futuro dependerá de cómo resuelva Morena y el propio AMLO la sucesión.

hector.zamarron@milenio.com

@hzamarron


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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