Cultura

"Madame" Claude

  • Sentido contrario
  • "Madame" Claude
  • Héctor Rivera

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En el otoño del año pasado la firma de alta costura Guy Laroche presentó en París sus diseños de temporada en medio de un escándalo. Y no era para menos. La colección estaba dedicada a Madame Claude, una conocida proxeneta francesa de altos vuelos fallecida en 2015 a los 92. A lo que se aludía entonces no era a las prostitutas arrastradas a trajinar las calles por el hambre y la miseria, una madre gravemente enferma, un padre ebrio y desobligado y una retahíla de hermanitos miserables, sino a chicas guapas, bien educadas, glamorosas, habituadas a las ropas elegantes y los perfumes caros, como las que trabajaban en su momento para la madame compartiendo la cama con el Sha de Irán, Marlon Brando, Frank Sinatra o con el presidente de Estados Unidos John F. Kennedy.

Madame Claude era como Heidi Fleiss, la célebre Madame de Hollywood que ha vivido abrazada a su agenda telefónica para proteger a la selecta nómina de su clientela. Nunca se supo quiénes pagaban por sus servicios, ni cuánto, entre estrellas del espectáculo, funcionarios de la industria, actores, técnicos, productores y figuras destacadas de la política.

Ese mundo de mujeres elegantes que ofrecen su cuerpo perfumado a hombres adinerados y distinguidos sedujo siempre a la Maison Guy Laroche, una marca dispuesta siempre a emular ese ambiente de lujosa seducción en el límite de la decadencia. Tanto, que la firma se hizo cargo del diseño del vestuario de la primera cinta que recreaba las aventuras y desventuras eróticas de la célebre proxeneta, Madame Claude, realizada en 1977 por Just Jaeckin. Tan venerado comenzaba a ser el personaje en todas las esferas que Madame Claude aparecía con el maduro rostro atormentado de la popular Françoise Fabian, una de las estrellas del cine francés.

Desde entonces la vida de Madame Claude se convirtió en una figura familiar para el cine, no por su escasa belleza ni su gesto altivo y enérgico, sino por sus múltiples peripecias. La primera que les sacó jugo fue de hecho ella misma, cuando a mediados de los 70 emprendió con Jacques Quoirez la escritura de su biografía, que publicó con cierto éxito bajo el título de Allô, oui o Las memorias de Madame Claude.

Vierte por ahí algunos de sus famosos conceptos sobre un oficio que siempre se preocupó por alejar de la vulgar prostitución. Habla, claro, de sus 500 cisnes a su servicio, hombres y mujeres, que tenían por condición lucir un aire de buena familia y una presencia sin mácula. Si alguien aspiraba a trabajar con ella en los servicios que ofrecía por medio mundo, en particular en Europa, podía cumplir las condiciones preparándose en su “academia” o sometiéndose a las cirugías necesarias.

Cinco años después de su deceso al cabo de una achacosa y miserable vejez,  la doña está a punto de regresar en otra película sobre su vida, Madame Claude. Y ya son por lo menos seis. 

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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