Cultura

Lucia, el regreso

  • Sentido contrario
  • Lucia, el regreso
  • Héctor Rivera

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Lucia Berlin está de regreso. Otra vez. De hecho se va y regresa como se fue, dando tumbos, agarrándose de las paredes, tal vez con una botella en la mano, quizá una jeringa. Pero cada vez que está de vuelta la entendemos más y mejor, la aceptamos como es y, por supuesto, nos gusta más y la queremos, la queremos mucho.

Esta vez viene de la mano de su hijo Jeff, quien con toda calma se puso a escarbar en sus archivos, en sus cajones, en su ropero y entregó un puñado de manuscritos, un atado de viejas cartas, fotografías y recuerdos significativos a un editor, que reunió todo en el volumen Bienvenida a casa. Apuntes biográficos, fotografías y cartas escogidas, que está llegando a las librerías en estos días.

De hecho, Lucia Berlin no estaría al alcance de sus miles de lectores de no ser por sus hijos. El año pasado, cuando salió a la luz el volumen Una noche en el paraíso, con 22 de sus relatos, David Berlin definió a sus hermanos en breves palabras: “Daniel, el más chico, era el inocente. Yo era el enojado. Jeff, el responsable. Y Mark, que murió hace algunos años, el más sensible”. Pero habló también de su madre, esa hermosa mujer, tierna y adorable, sensible e inteligente, que inspiraba admiración por su entereza para sobrevivir a las peores experiencias y su capacidad para sublimarlas a través de la escritura. Y que también inspiraba a veces verdadero terror, sobre todo a los ojos de un niño indefenso y temeroso.

“Hay un cuento que se llama ‘Inmanejable’, sobre una alcohólica temblorosa a la que se le acaba el vodka en medio de la noche mientras sus niños duermen y sabe que tiene que encontrar una copa o empezará a convulsionarse. Es una combinación de varios eventos que pasaron cuando yo tenía 12 o13 años y mi hermano Dany 8 o 9. Ella bebía demasiado en esa época y nos afectó muchísimo. Todos los hermanos tuvimos un papel en ese drama.”

Fallecida en 2004 a los 68 en Los Ángeles, Lucia era dueña de una rara seguridad en su persona y en su obra. Y por supuesto no estaba equivocada. Hace poco, cuando apareció su Manual para mujeres de la limpieza conmocionó al mundo editorial. Muchos se preguntan desde entonces por qué diablos permaneció durante casi toda su vida en el anonimato y sus escritos languidecieron entre las sombras.

Su hijo David tiene una explicación: “Ella sabía que esto iba a pasar. Nadie más que ella. En medio de una crisis de salud, pensando que se iba a morir, me envió una carta: ‘Guarda todo, no tires nada. Porque unos 10 años después de que muera, alguien va a acercarse. Querrán una colección’. Me dio una lista de gente en la que podía confiar para eso, incluso. ‘No pienses que creo que soy una Jane Austen que va a ser más famosa muerta que viva, pero ...’. Recuerdo que cuando leí sus textos pensé: ‘No los quieren ahorita, ¿por qué los van a querer en 10 años?’ Pero aquí estamos…”. 

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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