Del 14 al 23 de julio, representantes de casi todos los países se reunirán en la sede de la ONU en Nueva York para evaluar qué tan cerca —o qué tan lejos— estamos de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Este ejercicio, que forma parte del Foro Político de Alto Nivel sobre el Desarrollo Sostenible, no es solo una cumbre más. Es el espejo frente al que México debe evaluar si el rumbo que lleva es el de la Estrategia Nacional de Desarrollo Sostenible.
La Agenda 2030, adoptada por todos los países miembros de la ONU en 2015, es un plan compuesto por 17 objetivos que buscan erradicar la pobreza extrema, proteger el planeta y garantizar una vida digna para todas las personas. No se trata de poesía diplomática, sino de una hoja de ruta con metas claras y urgentes, entre las que destacan: cómo asegurar el acceso efectivo a servicios de salud (ODS 3) y a una educación de calidad (ODS 4) o cómo lograr que el crecimiento económico deje de ser un privilegio de unos cuantos para convertirse en un verdadero motor de bienestar compartido (ODS 8), por mencionar solo algunos ejemplos.
¿Y cómo está México?
Según el Informe de Desarrollo Sostenible 2025, elaborado por la Sustainable Development Solutions Network, una iniciativa global lanzada en 2012 por la ONU para movilizar a expertos, científicos, universidades y organizaciones en torno al cumplimiento de los ODS, México ocupa el lugar 72 de 167 países evaluados. Si bien el informe señala áreas que aún deben fortalecerse, nuestro país mejoró ocho posiciones respecto al año anterior, impulsado principalmente por avances en la erradicación de la pobreza (ODS 1), la igualdad de género (ODS 5) y la reducción de las desigualdades (ODS 10).
Este resultado reafirma la alineación que existe entre los principios de la Agenda 2030 y las prioridades del gobierno mexicano, al subrayar la importancia de generar acciones e iniciativas en favor de las poblaciones que viven en condiciones de mayor marginación como un eje central del desarrollo sostenible. Este enfoque de inclusión y justicia social debe asumirse como un principio transversal que oriente el diseño y la implementación de políticas públicas.
Un buen ejemplo para ilustrar esta visión es que México registra una de las tasas de desempleo más bajas de la OCDE, con 2.5 por ciento en mayo de 2025. En este contexto, resulta indispensable impulsar políticas que traduzcan estas fortalezas en una mayor inclusión de género y en la incorporación de poblaciones que aún enfrentan barreras estructurales para acceder al mercado laboral.
No se trata solo de cuidar el ambiente, sino de cuidar el futuro
Hablar de desarrollo sostenible no es solo hablar del medio ambiente. También se trata de economía, de empleos, de acceso a vivienda, de seguridad alimentaria, de igualdad de oportunidades. En pocas palabras: de cómo logramos que el crecimiento económico genere más bienestar para todos y disminuya la brecha de la desigualdad.
Por eso es tan relevante que México avance hacia un modelo económico donde: 1) la inversión pública y privada respalde proyectos productivos con impacto social, 2) las pequeñas y medianas empresas reciban el respaldo necesario para generar empleo formal, y 3) las regiones históricamente marginadas, como el sur-sureste, tengan acceso a infraestructura moderna, conectividad y servicios básicos.
Un desarrollo que llegue a todos
La Agenda 2030 insiste en una idea simple pero poderosa: no dejar a nadie atrás. Esto significa que las políticas públicas deben mirar primero a quienes menos tienen: a las comunidades rurales sin acceso a salud, a las juventudes sin oportunidades, a las mujeres que enfrentan brechas salariales, a las personas que viven al margen del sistema económico.
México no parte de cero. Ya ha alineado su Plan Nacional de Desarrollo con muchos de los ODS. Sin embargo, se requiere mayor voluntad colectiva, mejor coordinación entre niveles de gobierno y, sobre todo, recursos para acelerar la transformación. Es fundamental:
- Impulsar modelos productivos sostenibles que generen riqueza sin degradar el ambiente.
- Invertir en educación técnica y científica para preparar el futuro laboral.
- Crear sistemas fiscales más justos que redistribuyan mejor los frutos del crecimiento.
- Apostar por una economía que entienda el bienestar no como un costo, sino como una inversión.
En medio de tensiones globales, cambio climático y desigualdades crecientes, la Agenda 2030 es una prioridad. Y no basta con cumplir metas en papel. Se trata de construir un país donde el desarrollo se experimente en la vida cotidiana y donde la sostenibilidad no sea un discurso, sino una realidad que se respire.
*Coordinador general del Corredor Económico de Bienestar Frontera en la Secretaría de Economía