Quentin Tarantino tiene una fijación con los pies, particularmente con los femeninos. Recordemos que en Kill Bill 1, Uma Thurman se esfuerza para mover los dedos de su pie, después de salir de coma. En Jackie Brown, Bridget Fonda provoca a Robert de Niro con los pies y las piernas. Hay más ejemplos, pero lo cierto es que el hecho es que nada supera el número de pies femeninos que aparecen en su última película que he venido analizando en estas semanas, Érase una vez en Hollywood, que aborda la amistad entre un actor decadente llamado Rick Dalton (Leonardo Di Caprio) y su doble y amigo Cliff Booth (Brad Pitt) en tanto buscan nuevos trabajos dentro de un Hollywood en creciente modificación, en 1969. Pero volvamos un poco a los pies femeninos. Podemos comenzar por lo pies sucios de Margot Robbie mientras observa un filme de su personaje, Sharon Tate, en una sala cinematográfica de Los Ángeles. Robbie es una excelente actriz, que compone un personaje real haciendo de su belleza una composición inocente. También están los pies de Margaret Qualley, que arrasa como la joven hippie Pussycat, que pide aventón a Cliff y descansa sus pies descalzos en el parabrisas. También están los pies de las otras hippies que ven televisión en la casa de George, especie de patrono del rancho escénico que abriga a todos los hippies, en realidad la secta de Charles Manson. En resumen, este nuevo largometraje de Tarantino es la materialización concreta de sus obsesiones personales como creador. Cada director tiene sus propios fetiches, y en Tarantino resultan relevantes los pies femeninos. Son guiños que cada espectador debe interpretar, pero para mí, reflejan un acto de interpretación del sentimiento personal del personaje, de la intimidad vulnerada o que abre una ventana para el mirón que busca el pudor o la pulsión de vida.
Están por otro lado, en este extraordinario filme, los diálogos que no hacen avanzar la narrativa, las innumerables citas a otros filmes y directores, el revisionismo histórico, las chanzas con los astros (por ejemplo, la escena con Bruce Lee), actores que ya trabajaron con el director en papeles que hacen referencia a antiguos personajes y sobre todo mucha pasión por el cine y por las personas que trabajan en esta industria apasionadamente. Esta película no trata más de modificar la esclavitud o de anticipar la derrota de Hitler. Se trata de un único caso trágico, con personas reales y únicamente modificado con la entrada de los personajes ficticios que interpretan magistralmente Di Caprio y Pitt. El tono de la fábula, presente ya en el título, ayuda a entender mejor el hechizo de la magia que rodea a esos personajes que se mueven de un lado para otro, de la planicie a las colinas. Ese hechizo puede parecer anticlimático para algunos, como podemos observar en las redes sociales, pero es perfectamente lógico, como intentare demostrar el próximo martes, en la última entrega de este análisis cinematográfico sucinto. Nos leemos la próxima, queridos lectores.