En 2009 se le juntó una tormenta perfecta a Felipe Calderón. Uno: la crisis económica mundial, causada por la quiebra del sistema financiero de Estados Unidos, hacía estragos en México al grado que el PIB cayó cerca de 6%. Dos: la violencia, producto de las múltiples guerras entre cárteles de la droga, iba en ascenso por segundo año consecutivo. Y tres: en marzo de ese año inició la crisis por la epidemia de la influenza H1N1.
Once años después, una tormenta muy parecida se ha formado en el país. Uno. No existe ya la menor duda de que la pandemia del Covid-19 provocará una recesión económica mundial que arrastrará a la economía mexicana; solo se especula sobre su duración y magnitud. Dos. El coronavirus apenas comienza a expandirse en el país y todo indica que se contarán por decenas de miles los infectados. Tres, una grave crisis de seguridad —manifestada en los casi 100 homicidios diarios, de los cuales los feminicidios representan 10 por ciento— acompañada por un malestar público cada vez más amplio y exigente.
De esta manera, nos encaminamos a una triple crisis de consecuencias aún insospechadas tanto en duración como en profundidad. No hay respuestas a las preguntas básicas de cuánto va a caer la economía este año, ni sobre la cantidad de mexicanos que serán contagiados y morirán por el Covid-19, y tampoco cuándo se detendrá la ola de violencia. La gran diferencia entre 2009 y 2020 es el gobierno que está al frente y las políticas para enfrentar la tormenta, pues en lo que va del sexenio la incompetencia gubernamental ha sido más que evidente y la terquedad del liderazgo presidencial la agrava.
En materia económica, las equivocadas decisiones de Andrés Manuel López Obrador estancaron la economía, que en vez de crecer 2%, decreció 0.1%. Por tanto, ahora está más vulnerable. Si bien es esperable que la SHCP y el Banco de México mantengan controlado lo más posible el contexto macroeconómico, la confianza empresarial —variable decisiva para posibilitar la inversión privada que permita una recuperación rápida del PIB una vez terminada la recesión— no se recuperará. La razón: AMLO no modificará sus posicionamientos en materia energética, fiscal, uso discrecional de la ley, aeropuerto, tren maya, etcétera.
En lo referente a la salud, la pandemia nos encuentra en medio de una crisis del sistema de salud, provocada la irresponsable cancelación del Seguro Popular y el desconcierto en los sistemas sanitarios estatales, debido a la inexistencia de reglas de operación del Insabi y los criminales recortes presupuestales. A ello hay que agregar la terquedad de aplazar las medidas de prevención del contagio. Ojalá y nos equivoquemos quienes pensamos esto último, pero todo apunta a un crecimiento desproporcionado de personas infectadas y a un sistema de salud rebasado. ¿Quieren más muertes a cambio de un menor impacto económico?
Y en materia de seguridad el agravante consiste en que el Presidente minimiza el problema, descalifica a las víctimas —su desprecio por el movimiento de las mujeres será parte aguas y emblema de su gobierno— y se aferra a una estrategia (que nadie ve) claramente ineficaz.
Una mala gestión de las tres crisis anteriores sería catastrófica para el país. De hecho, significaría una cuarta crisis; equivalente a quedarnos con un gobierno víctima mortal de coronavirus y con un presidente que, en menos de dos años, alcanzaría a Enrique Peña en popularidad.