El manejo equivocado de la pandemia y la crisis económica han deteriorado severamente la situación política. Lo pudo haber hecho en sentido contrario, pero López Obrador decidió mal. La ideología lo tiene cegado. Pudo haber convocado a un gran acuerdo nacional para enfrentar ambas crisis y ganar la cooperación de toda la sociedad; se habrían sumado esfuerzos, no se habría politizado el manejo de la epidemia; se habrían contenido y minimizado los costos de la recesión. AMLO habría consolidado su liderazgo. Su proyecto tendría un futuro más amplio. Lástima. Esa hubiera sido la manera inteligente de hacer que la crisis le viniera como anillo al dedo para fortalecer la 4T, aplazando metas, pero con una mayor legitimidad.
¿Por qué decidió mal? Creyó que la pandemia sería transitoria y que su impacto económico reducido, pero, sobre todo, pensó que representaba la oportunidad para darle el golpe de gracia a su gran enemigo, el neoliberalismo y sus defensores: el empresariado y los conservadores. Nunca imaginó las dimensiones de las crisis como para darles una prioridad mayor, por encima de su proyecto. Desde esa perspectiva, decidió acelerar y radicalizar sus políticas “antineoliberales”: a) cero apoyos a las empresas para defender el empleo —si quiebran será su responsabilidad, dijo—; b) garantizar el financiamiento de sus programas sociales mediante un decreto de mayor austeridad y reasignación de fondos (eliminación de fideicomisos); c) acelerar la política energética estatista (decreto contra la energía privada renovable, continuar con la refinería de Dos Bocas) y la recuperación del sureste (Tren Maya y corredor transístmico).
Esa ruta suponía, además, mantener polarizada a la sociedad (“están conmigo o están contra mí”) y un manejo autoritario de la pandemia a través de un “yes man” —López-Gatell— que subordinara la evolución de la epidemia y su información a los deseos y necesidades presidenciales (el pico será el 6 de mayo pues la pandemia es transitoria; las giras de AMLO son actividades esenciales) y sin cuestionamiento algunos de los gobernadores.
Así, a cien días de iniciada la pandemia, el saldo político es terrible. 1. Un gobierno radicalizado y un presidente cada vez más autoritario que insiste en gobernar solo para la mitad del país, excluyendo al resto, con una narrativa crecientemente alejada de la realidad (el PIB no es relevante) sin importarle que sus actos y políticas violen la Constitución y las leyes. 2. Un sector público cada vez más atrofiado y debilitado para cumplir sus obligaciones, debido a una austeridad mal entendida, que al reasignar arbitrariamente los presupuestos vuelve inexistentes servicios públicos indispensables para el desarrollo del país (ciencia y cultura, por ejemplo). 3. Una sociedad no solo sumida en el miedo a una pandemia que no cede y a la pobreza inminente y en la incertidumbre sobre cuándo podrá recuperar su vida, sino mucho más polarizada y con sectores radicalizados. 4. Una rebelión en ciernes de una tercera parte de los gobernadores que demandan respeto y atención por parte del gobierno federal. 5. Un partido en el poder, Morena, que entra en pánico ante el escenario probable de ser derrotado en las urnas y despliega su maquinaria propagandística contra los críticos del presidente. 6. Un ambiente social y político enrarecido, propicio para la aparición de grupos violentos que nunca son controlados ni castigados por la autoridad.
¿Estas son las condiciones que harán posible la 4T o su contenido?