En el fruitivo ejercicio de resolver crucigramas se topa uno con sorpresas que rayan incluso en lo inverosímil. Iniciaré este artículo con dos palabras cuyo significado vive uncido a la semejanza con la palabra loco. Y son dos palabras enemigas acorde con su largura o elongación. Para una voz de tres letras el crucigrama avisa que se trata de ido o ida según el caso.
Pero uno se pregunta: ¿son los locos quienes se van?, ¿somos nosotros quienes, en rigor, nos quedamos o permanecemos?
Ya sé que, por ejemplo, hace muchísimos años me adentré en el Tratado sobre la esquizofrenia cuyo autor era, si la memoria no me juega rudo, Silvano Arietti.
Y en ese denso tratado destacaba un capítulo dedicado a “La retirada de la razón”.
La razón, de manera gradual, paulatina, huye de quien padece el flagelo de la vesania (bella palabra que significa “locura furiosa”). Y el hombre se torna vesánico o venático, con el énfasis puesto en la perpetración de manías o de monomanías.
Vuelvo al origen. Al contraste de la palabra ido con la palabra de nada menos que un voquible de once letras que inicia con la letra C: calvatrueno.
Vaya palabra. Su origen es el cruce de dos voces que podemos descabalgar del término compuesto: calva y trueno. Y el diccionario aporta dos acepciones: calva grande que coge toda la cabeza y, la segunda que nos importa, hombre alocado.
Venga: calva es metonimia de cabeza y trueno remite a furia, esto es, calvatrueno es sinónimo de vesania o locura furiosa. Son moneda de cuño corriente las expresiones “loco de atar” y “loco de remate”.
Esta sinónima entre ido y calvatrueno me llevó a recordar el poema de Antonio Machado: “Por un camino en la árida llanura, entre álamos marchitos,/ a solas con su sombra y su locura/ va el loco, hablando a gritos”. El ido o calvatrueno hablando a gritos.
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