Política

Timothy Garton Ash

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Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio Gil meditaba en la inmortalidad del cangrejo. El crustáceo inmortal ha sido menospreciado, pero de él provienen grandes ideas. En ésas estaba Gil cuando llegó a su sillón un ensayo de Timothy Garton Ash, historiador, analista político británico especializado en política europea y en la historia de las transiciones del comunismo al capitalismo en Europa del Este. En diciembre publicó el ensayo “El futuro del liberalismo” en la revista británica Prospect. Raudel Ávila y Gil Gamés han traducido algunas tabletas de este ensayo de fuste y fusta. Vamos:

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Los escritores han interpretado los fracasos del liberalismo en diferentes formas; el punto, sin embargo, es cómo cambiarlo. La autocrítica es una fortaleza liberal. El hecho mismo de que tantos libros diagnostiquen la muerte del liberalismo evidencia que el liberalismo sigue vivo. Pero ahora debemos pasar del análisis a la prescripción.

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Como el tridente de Neptuno, un liberalismo renovado dispondrá de tres puntas. La primera es la defensa de valores e instituciones tradicionales del liberalismo, como la libertad de expresión y un poder judicial independiente, contra la doble amenaza de los populistas y los autoritarios. La segunda es la atención a los fracasos mayores de lo que se entendió por liberalismo en los últimos treinta años -el liberalismo económico unidimensional- que en el peor de los casos fue fundamentalismo dogmático de mercado, con tan poca conexión con la realidad como los dogmas del materialismo dialéctico y la infalibilidad papal. Este fracaso impulsó millones de votantes a los brazos del populismo. Debemos en consecuencia, atender enérgicamente tanto el populismo como las causas del populismo. La tercera punta requiere que enfrentemos, con medios liberales, los desafíos globales de nuestra era, incluyendo el cambio climático, la pandemia y el ascenso de China. Nuestro nuevo liberalismo deberá mirar hacia atrás y hacia adelante, adentro y afuera.

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En una democracia liberal no será suficiente que un solo partido, aún si consiste enteramente de los más impecables Liberales con “L” mayúscula, permanezca continuamente a cargo. El gobierno de un partido único, por más liberal que sea, es una contradicción de términos. La renovación liberal demanda un consenso a través de los partidos, similar al que hubo cuando los demócrata cristianos ayudaron a construir los estados de bienestar en Europa occidental después de 1945.

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La comunidad y la identidad son valores (y necesidades humanas) frecuentemente enfatizadas por el pensamiento conservador, mientras que la tradición socialista ha prestado atención particular a la igualdad y la solidaridad. En el espíritu medio bromista del ensayo de 1978 titulado “Cómo ser un Conservador-Liberal-Socialista” del filósofo polaco Leszek Kolakowski, propongo que seamos conservadores-socialistas-liberales.

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El liberalismo tecnocrático de las décadas recientes carecía espectacularmente de un ingrediente vital: la imaginación liberal. Martha Nussbaum ha escrito sobre “la curiosa y comprensiva” imaginación que es lo bastante grande para reconocer a la humanidad en disfraces extraños. La desconfianza de la concentración de poder es un ingrediente esencial del liberalismo, que quiere que todo tipo de poder sea limitado, disperso y que rinda cuentas. No obstante, en décadas recientes el liberalismo angloamericano, mientras ha continuado vigorosamente su cuestionamiento del poder público, ha sido muy indulgente con el poder privado. Este fracaso es aún más abyecto puesto que los dos tipos de poder no están limpiamente separados.

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Nuestras sociedades están enteramente marcadas por el extraordinario poder de individuos muy ricos y corporaciones, sean grandes bancos, compañías energéticas, imperios mediáticos como el de Rupert Murdoch, o gigantes digitales como Amazon, Apple, Facebook y Google. El resultado perverso de liberales como la familia Clinton y Tony Blair volviéndose parte de la oligarquía plutocrática es que el liberalismo mismo ha llegado a ser visto como la ideología de los ricos, los establecidos y poderosos. En su polémico libro Por qué fracasó el liberalismo, el escritor conservador Patrick Deneen acuñó el provocativamente útil término de “liberalocracia”.

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Los viernes Gil toma la copa con amigos verdaderos y a sana distancia. Mientras él mismo sirve Glenfiddich 15 en vasos cortos, Gamés repite esta frase de Timothy Garton Ash: “La libertad es como la salud, se le valora más cuando se ha perdido”.


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gil.games@milenio.com

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  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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