La maestra Delfina Gómez debe considerar bajar la cortina, cerrar la SEP, una secretaría cara, creadora infinita de aspiracionistas y quedarse con los modestos centros comunitarios de personas que no se dejan engañar por el sucio dinero
Repantigado en el mullido sillón de su amplísimo estudio, Gil leía una nota de la redacción de su revista Proceso en la cual se informaba que “la Secretaría de Educación Pública anunció la suspensión de clases presenciales en la Ciudad de México a partir del próximo lunes, luego de que la Secretaría de Salud Federal anunciara el regreso de la capital del país a semáforo amarillo y pese a que la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, anunció su decisión de mantener el semáforo verde”.
Tenía que ser, como decía la extinta madre de Gil. De pronto todo se puso verde, la pandemia era casi parte de nuestro pasado, la ciudad abrió sus puertas y las elecciones estaban por ocurrir el 6 de junio. Por cierto, les fue como en feria, usted lo sabe, Sheinbaum y Morena perdieron nueve alcaldías de la Ciudad de México. Y luego, casi a la mañana siguiente: con la novedad de que se cierran las escuelas, regresamos al amarillo, los contagios y las muertes en la ciudad aumentan y no ceden sus banderas negras. A López-Gatell lo despiden con mariachis y pastel (el-el), aunque usted no lo crea.
En un comunicado, la Autoridad Educativa Federal de la Ciudad de México informó que “a partir del lunes 21 de junio se suspenden actividades presenciales en escuelas públicas y privadas de Educación Básica, Normal y Actualización del Magisterio”.
Esta medida dio libertad a las “comunidades educativas” para que decidan si mantienen a las escuelas operando como “centros comunitarios de aprendizaje con los que se busca combatir el rezago escolar generado por la suspensión de clases presenciales por la pandemia”.
La SEP, muy cara
Gil se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y preguntó: ¿qué serán esos centros comunitarios? ¿Lograrán recuperar algo de lo perdido durante la pandemia? La educación: esa tragedia mexicana, con o sin pandemia.
De acuerdo con el comunicado, las escuelas podrán operar como centros comunitarios para realizar “jornadas contra el rezago escolar; asesoría pedagógica; apoyo psicoemocional; acciones de limpieza y sanitarias; trámites escolares; utilización de equipos y servicios (computadoras, internet, impresoras, TV, etc.); uso de infraestructura escolar (auditorios, canchas deportivas); acciones de construcción y mantenimiento; sesiones de órganos colegiados del plantel educativo; y las que determine el Comité de Salud Escolar, previa autorización de la autoridad educativa”.
¡Diablos! Cerremos las escuelas y vamos a quedarnos con los centros comunitarios de aprendizaje, sus funciones se oyen fantásticas; de momento, Gil quiere apoyo psicoemocional. La maestra Delfina Gómez debe considerar bajar la cortina, cerrar la SEP, una Secretaría cara, creadora infinita de aspiracionistas y quedarse con los modestos centros comunitarios de personas que no se dejan engañar por el sucio dinero. ¿Estamos? Comuníqueme con Mario Delgado. Mayeyo, ¿preparas la iniciativa para desaparecer la SEP? Gracias, Mayeyo, tú siempre tan amable.
Un préstamo
Un amigo que no malquiere a Gamés y gran lector de Alexis de Tocqueville le ha prestado dos citas de La Democracia en América y Gilga quiere compartirlas con los lectores y las lectoras y les lecteres (lenguaje inclusive) de esta página del fondo y tender un puente para llegar al affaire Zaldívar:
“El presidente puede fallar sin que el Estado sufra, porque el presidente no tiene sino un poder limitado. El Congreso puede errar sin que la unión perezca, porque por encima del Congreso reside el cuerpo electoral que está facultado a cambiar su espíritu al cambiar sus miembros. Pero si la Corte Suprema llegara alguna vez a estar compuesta de hombres imprudentes o corrompidos, la federación tendría que temer a la anarquía.
“Los jueces federales no deben, pues, solamente ser buenos ciudadanos, instruidos o probos, es preciso encontrar en ellos a verdaderos hombres de Estado; es necesario que sepan discernir el espíritu de su tiempo, afrontar los obstáculos que se puedan vencer, y apartarse de la corriente cuando el oleaje amenaza arrebatar junto con ellos la soberanía de la unión y la obediencia debida a sus leyes”.
Todo es muy raro, caracho. Como diría Benjamin Franklin: “Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”.
Gil s’en va
Gil Gamés
gil.games@milenio.com