Gamés cerraba la semana metido en la lectura de Cuchillo de Salman Rushdie, el relato del atentado homicida que lo puso al borde de la muerte. Mientras Gil leía estas páginas de vida y memoria encontró en El Periódico de España una entrevista con Rushdie precisamente sobre este libro. Gilga arroja un puñado de citas a esta página del fondo.
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En la historia de la literatura, cuando los libros han sido atacados, casi siempre ha sido por gente que no los había leído. Por ejemplo, cuando se acusó al Ulises de Joyce de contener pornografía o a Nabokov de pedófilo tras escribir Lolita. Ahora, en Estados Unidos, la derecha religiosa está intentando prohibir muchos libros en las escuelas, incluyendo obras de Faulkner o de Toni Morrison que nunca han leído. Así que la ignorancia, efectivamente, da lugar a la censura. Mi caso es simplemente uno más entre otros.
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Creo que hay mucha gente contando muchas mentiras últimamente en muchas partes del mundo. Y es un problema para los artistas, porque ¿cómo respondes a un mundo en el que hay tanta falsedad? En este libro decidí mirar con la mayor claridad posible lo que había sucedido, sin disimular nada y, literalmente, estar tan desnudo como pudiera para que la gente confiara en lo que estaba contando.
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Hay un yo público en muchos escritores y, después, un yo privado que la gente no conoce, y a la gente tampoco le importa. El personaje público se percibe de una manera, y esa manera es distinta a cómo el escritor está con su familia, con sus amigos y demás. En mi caso, eso se ha visto agravado, exagerado por una serie de acontecimientos, porque he salido mucho en las noticias. Creo que esa distinción todavía existe y creo que, además, hasta cierto punto, es inevitable. Espero que estos encuentros con los medios reduzcan esa diferencia y se pueda conocer a la persona de verdad, a fondo, más allá de la persona mediática.
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La libertad de expresión no goza de buena salud, está siendo atacada desde muchos frentes distintos. A mí, la libertad de expresión me permite escribir lo que me da la gana, tan sencillo como eso. Yo no quiero preocuparme por lo que alguien vaya a pensar, simplemente quiero escribir mis libros. Pero, en un sentido más amplio, la libertad de expresión es la libertad de la que dependen el resto de libertades. Si no tienes libertad de expresión, no tienes nada de lo demás, todo lo relativo a una sociedad abierta cae en ausencia de libertad de expresión.
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Cuando te haces mayor, cambias de todos modos. A veces cambias para peor, físicamente sin duda, pero a veces cambias para mejor, porque tienes más experiencia. Yo no soy la misma persona que era cuando escribí Hijos de la medianoche. Entonces tenía 33 años y ahora estoy a punto de cumplir 77, así que es un largo viaje. La vida cambia, la vida nos cambia a todos. En muchos sentidos, ahora soy más feliz de lo que he sido durante mucho tiempo y, en buena parte, se debe a que estoy felizmente casado. También me siento orgulloso del trabajo que he hecho. Mis libros están ahí, en las estanterías, y espero que la gente los pueda descubrir, eso también es un buen legado.
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El humor es un arma, hace las cosas más fáciles, también para el lector, para que entre en la historia. Si ríes, el lector ríe contigo. Es una manera de tender un puente entre el lector y el escritor, de acercarnos. Como lector, no me gustan los libros que no tienen sentido del humor, así que tampoco quiero escribirlos. Además, el humor está ausente de la mente del fanático. Al fanático, o al racista, o al fascista, a cualquiera de estos grupos extremistas, no te lo imaginas como alguien divertido. ¿Cómo sería un fanático divertido? Yo creo que no existe. El humor está del lado de la vida, de la tolerancia, de la diversión, del placer, de la libertad, y por eso es importante.
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Tengo la sensación de que estoy teniendo un tiempo extra, una prórroga que no debería haber tenido. En ese sentido, he tenido mucha suerte, por lo que espero disfrutar tanto como sea posible del tiempo que me quede por vivir.
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Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras se acerca el mesero con la charola que soporta el Glenfiddich 15, Gamés pondrá a circular la frase de Santayana por el mantel tan blanco: “El fanatismo consiste en redoblar el esfuerzo cuando has olvidado el fin”.
Gil s’en va