Gil lo leyó con los ojos de plato, plata y platino en su periódico El Universal. Alejandra Barrales, presidenta nacional del PRD, dijo así: “Nosotros no cancelamos la posibilidad de la unión de las izquierdas, pero ésta no es decisión de una sola persona, ésta no debe ser una determinación desde una coordinación de senadores sino una resolución de partido, porque si no es la decisión de un partido, difícilmente podemos pensar que lo que buscamos es la transformación de un país. No es con negociaciones individuales como vamos a lograr el cambio que promueve nuestro partido”.
Gil se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y meditó: correcto, a la dirigente del PRD no le falta razón, pero abrir de nuevo la puerta a la alianza con Liópez, ¿no es un poco demasiado? Si va a ser así, de plano que devuelvan las entradas porque el tongazo será mayúsculo. Gamés ha imaginado una escena bucólica en la cual Jesús Zambrano, sentado en una piedra calcárea le dice a Jesús Ortega, sentado en una piedra volcánica: ¿Cómo estás, Chucho? Bien, Chucho. Al parecer nos hemos quedado con el partido, eso queríamos, ¿no? Sí, Chucho, lo logramos, el que lo dude que traiga un microscopio y busque a la célula del comité ejecutivo. Chucho, ¿y ese silencio? Es el estruendo de nuestro partido.
El PRD ya parece cuento de Juan Rulfo: tierras áridas, cruzadas en su resequedad por el olvido, murmullos en la noche, perros que ladran, hombres que piden clemencia, largas caminatas hacia ninguna parte. Ahora mal: si además van a llevar al altar de Liópez los ocho puntos que su partido obtendría en una elección, mejor y de nuevo: devuelvan las entradas. Tongazo.
Castigo divino
Gil sufrió un inexplicable ataque de melancolía, la bilis negra de nuestros antepasados. Paráfrasis del clásico: ¿en qué momento se jodió la izquierda mexicana? ¿Por qué nadie logró una postulación que agrupara aquí y allá a una amplia zona de la sociedad sin representación? Sí, ya, no más cursilerías. Como ustedes digan y manden, pero los caudillos de la izquierda acabaron con la izquierda; es decir, el ingeniero Cárdenas y Liópez. Y seguirán siendo las presencias definitivas de la izquierda hasta el fin de los tiempos. Por cierto, fuera máscaras, el ingeniero no le simpatiza a Gilga, ahora ha adquirido la indumentaria de la razón y la sensatez, pero la verdad sea dicha (muletilla patrocinada por Morena y Liópez) esas cualidades se confunden con su medianía política. Por cierto, la familia Cárdenas nunca rindió cuentas por un estado que entregaron en llamas: Michoacán. ¿A quién se lo entregaron? Al crimen organizado. Pero Gamés se ha desviado, las pasiones todo lo desvían, lo tuercen.
‘Renaissance’
Lectora, lector: bienvenidos a su gustada sección: 2018: La salida. Decadencia y Renacimiento de México, libro-plataforma-manifiesto-libelo de Liópez publicado por Planeta. La persona que le escribió el libro a Liópez ha fundado toda la primera parte del documento en la corrupción, una lista demoledora de los robos escandalosos solapados o encabezados por los gobiernos recientes. De eso trata “Decadencia”: “Banda de malhechores”, “Privatizar: sinónimo de robar”, “Contratismo voraz”, “Le retuercen el pescuezo a la gallina de los huevos de oro”, “Delincuencia de cuello blanco”. Correcto. Santo y malo. Como sea, cavila Gilga, son los años en los cuales crecieron y se desarrollaron las instituciones que le han dado a Liópez la posibilidad de ser candidato a la Presidencia, y gastar cientos de millones de pesos en sus campañas, dinero desprendido de la normalidad democrática. Ni una palabra al respecto: todo es una basura, nada sirve, salvo Liópez. Gil sostiene que este libro-plataforma contiene todas las mentiras y toda la demagogia que ostenta el líder eterno de Morena. Reconocer los problemas serios del país y ofrecer soluciones fáciles e irrealizables, de eso trata el populismo de Liópez. Nadie volverá a ser corrupto porque Liópez así lo quiere y lo manda. Anjá. Con la pena, pero nada ocurre así, ni en la política ni en la vida. Gil seguirá subrayando 2018: La salida. El lunes volverá a la carga, no a la cargada.
Lo saben: los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el camarero se acerca con la bandeja que soporta el Glenfiddich 15, Gamés pondrá a circular la frase de Groucho por el mantel tan blanco: Cualquiera que diga que puede ver a través de las mujeres, se está perdiendo de un montón de cosas.
Gil s’en va
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