Gil Gamés filosofaba e inquiría a su alma del siguiente modo: ¿encierra la alita de pollo un misterio sobre las finanzas del país? ¿La alita de pollo podría revelar algún secreto sobre el rumbo de la economía mexicana? Estas preguntas sustanciales formaron una nube en la mente de Gamés cuando leyó una nota de Pedro Villa y Caña y Alberto Morales en su periódico El Universal que afirmaba que “tras declarar desierta la licitación, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público entregó finalmente un contrato en adjudicación directa por más de 2 millones de pesos para comprar alimentos para la oficina del secretario Rogelio Ramírez de la O., como suadero, surimi, lomo, pierna de cerdo, lasaña, alitas de pollo, tinta de calamar y hasta salsa Valentina, entre otros insumos perecederos y no perecederos”.
Aunque no son alimentos que conformen una dieta franciscana, a Gilga no le espanta que en una secretaría de Estado tan importante como la de Hacienda se compre comida para invitados, reuniones de trabajo, bomberazos y otros asuntos volátiles. Salvo por la compra desmesurada de alitas de pollo. Se imaginan ustedes al secretario de Hacienda ordenando con voz acostumbrada al mando: “traiga alitas de pollo porque esto va para largo y difícil: se trata de revelar el crecimiento del país en los próximos años”. La verdad, Gil no se lo imagina. Entonces, ¿quiénes comen en esa secretaría? ¿Decenas de millennials? Qué Gamés sepa, sólo estos jóvenes consumen ansiosamente las alitas de pollo. Esto es sencillamente inexplicable.
Dieta rica en proteínas
Gilga no cometerá el error de pensamiento que consistiría en afirmar que la austeridad republicana es una pantalla, un embuste. Ahora mal sin bien, don Rogelio, a esta dieta rica en proteínas le sobra carne y le falta pescado. Sin el omega cómo negociarán los operadores hacendarios con los gobernadores, porque ahora hay 22 gobernadores de Morena, si contamos a sus aliados. Entonces al menos habrá 22 comidas, 22 negociaciones, 22 crujideros de dientes, hasta un partido de futbol podrían jugar los gobernadores de Morena.
Entre los 300 insumos que se comprarán para la oficina del titular de Hacienda hay chambarete de res sin hueso, tinta de calamar, suadero, surimi de pescado, huachinango, pechuga de pollo entera y media (aplanada), panza precocida de res, lomo, bistec, espaldilla, cabeza y filete de cerdo, falda de res limpia, así como alitas de pollo. ¿Lo ven? Hasta panza precocida y suadero en esa dieta.
Lo que sea de cada quien, el suadero se requerirá con urgencia cuando la estanflación nos alcance y desesperados los altos funcionarios de la hacienda mexicana digan: la inflación sube, mejor vamos a reventarnos unos de suadero: Pedro, prepárate unos buenos tacos (Gil no se refiere aquí al reconocido historiador y boxeador Pedro Salmerón, se trata de otro Pedro).
También se pactó “la compra de verduras, frutas y ajo italiano, achiote en pasta, alga nori, apio americano tierno, dátil sin hueso, germinado de soya, harina de hot cakes y pastel, hojas de plátano, limón y lasaña instantánea. En la lista, Hacienda también solicita botellas de salsa tipo Valentina etiqueta amarilla”. Valentina, ajá, para las alitas de pollo para qué más.
Prevenir
La licitación destaca que “el personal designado deberá corroborar que todos los alimentos que se consideren como potencialmente peligrosos se deben encontrar frescos, como la carne, aves, pescados, moluscos, crustáceos, cefalópodos, leche y productos lácteos, huevos, fruta y verduras frescas. Que no presente características tales como moho, coloración o materia extraña, manchas, magulladuras o mal olor, rastros de presencia de insectos o roedores”.
Alimento fresco y economía sana, diría don Rogelio. Qué bueno que cuiden mucho el estado de los alimentos. Imaginen que un gobenador dijera: el secretario de Hacienda me quiso envenenar, me dio unos crustáceos y unos cefalópodos descompuestos, casi me mata. Más vale prevenir que devaluar, ¿o cómo era?
Gilga reparó en que el documento indica que “los granos, harinas y otros productos secos se rechazarán cuando presenten moho, coloraciones no propias del producto y/o evidencia de plagas”. Frijol con gorgojo, ¡jamás! Pero el misterio persiste: ¿por qué gastan dinero en alitas de pollo? En Palacio puro tamal de chipilín, se sabe que la alita de pollo trae consigo cierto tufillo neoliberal y si se le baña con salsa Valentina ya de plano estamos en la escala de la mafia del poder.
Todo es muy raro, caracho. Como diría Cervantes, “Come poco y cena menos, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago”.
Gil s’en va
Gil Gamés
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