Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil leía sus periódicos y sus portales. El de Forbes llamó poderosamente su atención (ya quedamos en que si la atención no llama poderosamente, no sirve para nada): “la oposición ha acusado de ‘irresponsable’ el proyecto de presupuesto que presentó el viernes pasado al Congreso la Secretaría de Hacienda en el cual se prevé un aumento real anual de 7.1% del gasto neto total hasta 9.02 billones de pesos (unos 530,000 millones de dólares)”.
Gamés abandonó el mullido sillón e imploró: que vengan Krugman y Stiglitz, Piketty y Pal; bueno, ya de perdida el abarrotero de la miscelánea, y que por favor le expliquen a Gilga cómo puede no endeudarse quien se endeuda.
En el sector privado, el BBVA ha calificado de “preocupante” el déficit, y Citibanamex ha opinado que el presupuesto “parece diseñado para ganar las elecciones de 2024”. Ah, eso sí lo entiende Gilga, un ducto que escupe dinerales rumbo a la elección.
Ahora mal sin bien: Liópez Obrador justificó el déficit, al argumentar que se dedicará a obras públicas, aunque 67.6% del gasto total se destinará al rubro de desarrollo social, relacionado con sus programas sociales. Ah, mucho más dinero para esos programas, gastar a lo bestia repartiendo dinero, esa forma de comprar el voto. Van a perdonar los economistas, pero se trata de eso, de soltar la lana para que se llenen las urnas de agradecimiento.
El Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (Ceesp) estimó el martes que la deuda pública de México se incrementará 59% durante el gobierno de López Obrador, que inició en diciembre de 2018, pero el Presidente dice: “si no hay corrupción, el presupuesto alcanza y rinde, y no hay necesidad de aumentar impuestos ni de endeudar al país”. Anjá, cómo ño. El presupuesto rendidor de Liópez alcanza para todo y hasta sobra.
Lo barato sale muy caro, al doble
Gamés lo leyó en Aristegui Noticias en una nota de David Ordaz: “El Tren Maya es el principal proyecto de infraestructura de Andrés Manuel López Obrador, al que Hacienda asignó 120,000 millones de pesos, recursos asignados a la Sedena directamente, además de los 15,172 millones de pesos para que las empresas del Ejército dirijan los aeropuertos que se construyen a través de decretos presidenciales”.
Qué caros han resultado los proyectos baratos de Liópez: el Tren Maya, Dos Bocas, Pemex, CFE. Y sumemos los programas sociales. Como diría el extinto padre de Gamés: no hay dinero que alcance. Y sin cobrar más impuestos, las estructuras crujen.
Los Criterios Generales para 2024 señalan que el Ejército concentrará 11.7 por ciento del total de recursos de todos los ramos de la administración pública, lo que marca una tendencia, desde el presupuesto, hacia la militarización de las obras estratégicas de infraestructura.
El Benito Juárez, abandonado
Gil lo leyó con los ojos de plato y plata en su periódico El Universal en una nota de Sandra Cantera: “Pese a ser el principal aeropuerto del país, el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación para 2024 propone un presupuesto de mil 500 millones de pesos para el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, misma cantidad que para el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles”.
El AICM tiene 71 años de vida y se deteriora cada vez más ante la falta de mantenimiento y la saturación de sus terminales. Recibió a 27.8 millones de pasajeros en los primeros 7 meses del año, según cifras de la Agencia Federal de Aviación Civil. Se estima que este año podría romper el récord en atención de pasajeros, con 52 millones de personas.
El AIFA, en contraste, cuenta con infraestructura totalmente nueva y atendió apenas 1.3 millones de pasajeros entre enero y julio. Julio Zugasti, asociado del despacho de abogados Hogan Lovells, explicó que el aumento de recursos para el AICM en 2024 es de 2%, contra el 79% de aumento para el AIFA. Gil no quiere decir se los dijo, pero se los dijo: el AIFA o el AIFA, escojan.
En agosto se decidió recortar por segunda vez el número de operaciones máximas en el aeropuerto de 52 a 43 por hora, 30% menos que en 2022. Si se transfieren vuelos al AIFA, eso significa menos ingresos para el AICM y el fideicomiso emisor. Por su parte, Carlos Torres, especialista en aviación, comentó que en el AICM “no hay recursos que alcancen para mantenerlo en buenas condiciones”.
Todo es muy raro, caracho, como diría Benito Pérez Galdós: “El dinero lo ganan todos aquellos que con paciencia y fina observación van detrás de los que lo pierden”.
Gil s’en va