Política

El amor, Arendt y Heidegger

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Gil cerraba la semana a todo motor, pleno de optimismos (varios de ellos), confiado en el futuro, la sombra de la duda no oscurecía el amplísimo estudio. ¿Qué, ya no se puede empezar un artículo con algunas mentiras? Entremos en materia gris, a Gamés se le atravesó en la vida un libro: Hannah Arendt, una biografía, de Laure Adler (Ariel, 2019). Entre las muchas novelas de que está hecha una vida, a Gilga le interesaba la relación amorosa de Arendt con Martin Heidegger. Gil buscó y encontró varios episodios del encuentro que el destino les guardaba a una mujer del futuro, avanzada, una luminaria que escribiría Los orígenes del totalitarismo y Heidegger, el pequeño mago de Messkirch, el filósofo de Ser y tiempo. Gamés subrayó estos fragmentos.

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¿Cuándo comenzó su historia? Según las confidencias que le hizo Hannah a su amigo Hans Jonas, todo empezó una noche en que la alumna fue a ver al profesor, con el pretexto de hablar de filosofía. La oscuridad reinaba en el despacho de Heidegger, que no encendió la luz. Cuando Hannah se levantó para despedirse sucedió algo extraordinario: “De pronto, se arrodilló delante de mí. Yo me incliné y él, desde su posición, alzo los brazos hacia mí y cogí su cabeza entre mis manos; me dio un beso y yo se lo devolví”. Relación invertida: el maestro, de rodillas, ante la alumna. Esta escena ocurrió en 1925. Él tenía 35 años; ella, 19.

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Ese encuentro fue una suerte para los dos, pero sobre todo para él. Heidegger, fantasma de don Juan algo envejecido, seduce a una de sus alumnas, lo cual constituye uno de sus deportes favoritos. Hannah no es la primera ni será la última. Muy pronto utiliza con ella un vocabulario anticuado, forzando las barreras de la edad y el sexo: “¡Regocíjese! Esto es lo que le diré de ahora en adelante a modo de saludo. Es sólo en este regocijo donde hallará su realización como mujer, sembradora de júbilo y a cuyo alrededor todo se vuelve alegría, protección, serenidad, veneración, gratitud hacia la vida”. Le pide, por ese motivo, que no se haga la niña inocente y, muy pronto, le menciona la posibilidad no de una amistad etérea, sino de una relación amorosa donde la joven, gracias a él, podrá convertirse en mujer.

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Heidegger quiere, pues, aparecer ante Hannah como aquel que le permitirá realizar su feminidad. Esta palabra, realización, surge a menudo en sus primeras cartas. El profesor le indica como puede ser una buena estudiante apoderándose de su juventud, y la incita a transformarse en un nuevo ser. (…) Pero las relaciones se invierten muy pronto y la alumna dirige el juego del maestro, que se muestra desbordado por lo que le sucede. Ya a finales de febrero, Heidegger lo reconoce: “lo demoniaco me ha alcanzado de lleno. Nunca me había ocurrido nada semejante”.

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Hannah vive en una habitación de estudiante a las afueras de Marburgo. Heidegger pasa a buscarla después de las clases para dar largos paseos por la montaña. Las vacaciones de Pascua los separan. Heidegger teme ese alejamiento, él, que no quiere que sea solamente una estrella fugaz. Hannah se va a casa de su madre, en Königsberg. Él se encierra en su chalet de Todnauberg con su mujer y sus dos hijos.

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“Aquel hombre bajito y moreno sabía maravillarnos haciendo desaparecer lo que apenas acababa de mostrar”, decía unos de sus alumnos Karl Löwith, y la fascinación que ejercía se debía en parte a su opacidad. Nadie comprendía. Bosquejaba la estructura de un pensamiento que demolía al instante. Hans Jonas explica en sus Recuerdos este ambiente de secta que reinaba en su seminario, frecuentado por muchos jóvenes judíos. Como si Heidegger fuera un rabino milagroso. (…) No era una atmósfera sana y el arte del hechizo podía resultar peligroso: Heidegger atraía a seres más o menos psicópatas y una estudiante se suicidó después de tres años de adivinanzas. (continuará)

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Sí: los viernes Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras se acerca el mesero con la charola que soporta el Glenfiddich 15, Gamés pondrá a circular por el mantel tan blanco las frases de Shakespeare escritas en 1600 en Mucho ruido y pocas nueces: Pero ¿qué les pasa? ¿Por qué traen esa cara de febrero, llena de hielo, tormenta y nubarrones?


Gil s’en va

gil.games@milenio.com

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Gil Gamés
  • Gil Gamés
  • gil.games@milenio.com
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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