En 1571 en una pequeña población llamada Weil der Stadt, que desde el siglo XIII había sido declarada ciudad libre imperial, conocida como la puerta de la Selva negra, situada a 28 km. De Stuttgart, nacía un niño sietemesino que su madre, Katherina Guldenmann temiendo lo peor, decidió bautizarlo inmediatamente para evitar que muriera sin el santo sacramento, el nombre que le dieron fue el de Johann, su padre era Heinrich Kepler. Nadie podría haber imaginado que ese bebe que durante toda su vida presento una preocupación de padecer alguna enfermedad grave, afectado desde muy pequeño por la viruela, que lo dejo con una visión pobre, y con una salud débil; de tía abuela quemada en la hoguera y madre acusada de ejercer la brujería, debido a su conocimiento en el uso de plantas medicinales, ya que al tratar de curar a los enfermos que acudían a ella, estaba mal visto que fuera en contra de los designios de Dios, este niño llamado Johann estaría destinado a descifrar los misterios más recónditos que ocultaban el movimiento de los astros.
La falta de salud, fue recompensada con una gran capacidad para entender las propiedades de los números y las relaciones entre estos, esta habilidad fue explotada por su padre, ya que cuando contaba con apenas 10 años, en la posada de su madre, acudían de pueblos vecinos para ver al niño prodigio realizar cálculos matemáticos y recitar de memoria pasajes de las Sagradas escrituras. Ya su interés por la astronomía se había despertado a la edad de cinco años, cuando su madre lo llevo a observar el cometa de 1577, -actualmente tiene el nombre oficial: C/1577 VI- que también viera el famoso astrónomo danés, Tycho Brahe, que en el futuro unirían, las observaciones y el talento para darle significado a más de veinte años de observación y registro del movimiento de los astros. Tiempo después, cuando Johann contaba con nueve años, en enero de 1580, su padre le mostro un eclipse de Luna, Por cuestiones inexplicables del destino, pudo acceder a la escuela donde mostró su gran talento, lo que le permitió inscribirse en la universidad de Tubinga, en esta institución fue su maestro él astrónomo Michael Maestlin, quien dándose cuenta de sus aptitudes le enseño el sistema heliocéntrico de Copérnico. Kepler también tuvo la fortuna de observar otro evento astronómico de gran importancia, una estrella nueva aparecida en octubre de 1604, (conocida hoy como: SN 1604), esta estrella pudo ser observada a simple vista por 18 meses, en la constelación de Ophiuchus.
Pero la inmortalidad científica estaba reservada por los registros realizados por Tycho Brahe, a los cuales cuando tuvo acceso Kepler, con su gran mente matemática y conocimiento astronómico, pudo darles un significado acorde al modelo geométrico y a la observación, para poder formular correctamente las tres leyes fundamentales del movimiento planetario. Y de esta forma poner un poco de orden en el entendimiento de las leyes que rigen nuestro universo.
En estas noche de otoño al observar la bóveda celeste, y contemplemos a Júpiter transitar entre las estrellas, recordemos que hace 450 años, nacía Johann, que con sus postulados nos permite comprender un poco mejor los misterios del universo.
Gerardo Rizo
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