Entender que para cualquier hombre o mujer con carrera política ser candidato o candidata a la presidencia es una de las grandes ambiciones a conquistar, es darnos cuenta por qué la sonrisa de los presidenciables es tan amplia y constante durante sus campañas, porque el estar ahí ya es un privilegio, y obtener el máximo cargo de un país, es como un sueño imposible.
Imagínese usted que ese anhelo de los tres en campaña que viven ahora y por el cual luchan y compiten entre sí, como son Claudia Sheinbaum por la coalición Seguimos Haciendo Historia, Xóchitl Gálvez por Fuerza y Corazón por México, así como Jorge Álvarez Máynez por el partido Movimiento Ciudadano, ahora corresponde a lo que nunca pensaron hace pocos meses ser políticamente de los más reconocidos y famosos de la nación.
Tan inesperado como para la señora Gálvez que solo era senadora, no tenía mayor arraigo ni por asomo se sospechaba seria llamada para representar a tres partidos, de los cuales dos están en agonía y uno dando saltos de sobrevivencia. La sorpresa mayor fue para Máynez, que de ser coordinador de campaña, y no tener experiencia gobernando, queda como primer candidato a la presidencia de MC. Ambos fueron tan improbables en los pronósticos de la política como hasta hoy sus posibilidades de triunfar.
Por eso a estos últimos se les puede observar que muestran mayor y constante sonrisa, porque llegaron donde nunca imaginaron. Saben que si no ganan, de todas maneras están cumpliendo uno de las mayores ambiciones de los miles de políticos de los partidos. Son, por decirlo, la envidia de los que se creen por derecho, por trabajo, por aptitudes, con más merecimientos.
En el caso de la señora Sheinbaum, que también sonríe, no hubo sorpresa. Con mucha antelación se rumoraba que era la preferida para suceder al actual presidente AMLO. Por eso siempre mostró la seguridad y satisfacción de quien ya se sentía ganadora.
Cuando los tres presidenciables fueron elegidos por sus partidos, se tuvo la suposición de que fue por decisión de las cúpulas, unos movidos por la prisa, otros por querer tener a alguien popular, y otros porque garantizaba el proyecto obradorista.
Lo cierto es que, en todos los casos, más para unos que para otros, representa la única oportunidad en su vida de ser reconocidos a nivel nacional, salir en los medios, hablar de ellos en las redes, estar en auditorios y comunidades grandes, de considerarlos importantes, de alimentar sus vanidades, sus soberbias, de creerselos mejores, de mirarse al espejo y encontrarse todos los días la corona que cada vez brilla más en sus cabezas.
Mucho de poca o nula humildad hacen este tipo de campañas por los hombres y mujeres que son como cualquiera de nosotros, pero que tuvieron la suerte o la relación para ser llamados como candidatos o candidatas a la presidencia.
Cuando alguno de ellos se le pueda distinguir el destello de querer servir al pueblo, y la sonrisa de querer llegar para procurar el bienestar de todos, es de seguro por quién se debe votar. Pero para eso falta que los mas de 97 millones de electores sepamos diferenciar estos atributos, además de informarnos plenamente quienes son, qué posibilidades tienen de cumplir sus promesas, a quiénes representan, y si realmente tendrán independencia al gobernar. Y eso es tan difícil como el sueño imposible de que todos lo podemos saber.