¿Eres capaz de discutir sin percibir al otro como enemigo? Madurez en la convivencia con la gente que amamos, es la capacidad de respetar su pensamiento; es muy poco realista el suponer que siempre estaremos de acuerdo.
Una vida en donde todos coincidimos en el pensar y sentir es bastante utópica.
Y sería muy aburrrida.
Es lastimoso ver en redes sociales a gente que ni siquiera se conoce, intercambiando ofensas y vulgaridades por diferencias políticas o ideológicas.
Es increíble el nivel de rabia y resentimiento que vomitamos.
Amar y respetar a la gente es reconocer su legítimo derecho a pensar distinto, sin que eso rompa la comunicación y la convivencia.
De hecho, poder disentir y discutir, y después irnos a tomar un café, es signo de madurez y gentileza.
Amarnos sin estar de acuerdo. Hay familias peleadas y separadas por diferencias políticas, incluso en la misma casa.
Eso es el colmo de la sinrazón. Un signo de que has perdido el rumbo, es dejar de hablarle a alguien porque no comulga con tus ideas y filosofías.
La amistad, el amor en pareja, los lazos familiares, y la convivencia en el trabajo se llenan de rencores debido a la necia idea de que todos debemos pensar igual y creer lo mismo.
La discapacidad emocional se perfila en aquel que se llena de rencor por un desacuerdo.
Si se logra en familia amarse con todo y diferencias, seremos una sociedad capaz de discutir con extraños en las redes sociales, usando argumentos y no insultos.
Priorizar en la calle, en el trabajo y en la escuela, la armonía y el bien común sobre el ganar un lugar en la fila o el paso en el auto.
No se necesita estar de acuerdo en todo; es encontrarnos a mitad del camino y ceder de manera equitativa.
El respeto y el aprecio suelen ser los mejores solucionadores.
Ciertamente tenemos el legítimo derecho de poner tierra de por medio cuando una persona o circunstancia nos lastima.
Pero se vuelve destructivo enfocarnos a invertir nuestra energía en una persecución para cambiar al otro con base en nuestras expectativas.
Es mejor apostarle a la coincidencia y al libre flujo de las afinidades.
Nos merecemos unas relaciones donde la espontaneidad sea cosa del día a día.