Durante la semana se generó una gran expectativa ante el eventual anuncio de un proyecto económico de parte del presidente de la república. Antes que un anuncio el presidente nos recetó un informe que nadie pidió. El mal llamado informe fue la retrospectiva de una gestión mediocre. Con datos erróneos o de plano mentirosos, como el de la conclusión en Jalisco de la línea 3 del tren ligero.
En estos días todos hemos sido testigos de los mensajes que distintos mandatarios le han dado a sus ciudadanos a propósito de la crisis de salud y económica provocada por el Covid19. Se trata de mensaje serios, puntuales, que parten de diagnósticos, que plantean escenarios a partir de evidencias, que están sustentados en datos y en información verificable, que presentan planes y acciones concretas de dónde están parados, qué van a hacer, cómo lo van a hacer, cuándo lo van a hacer y qué resultados esperan de sus acciones, en síntesis, mensajes que buscan dar certidumbre a sus gobernados.
Aquí en México ayer asistimos a la penosa ceremonia de un hombre ensimismado en su verdad y entercado en su ruta. Escuchamos el monólogo de un político ávido de reconocimiento, cuyo optimismo personal, desentona con el desencanto general que vive la población. Dedicamos una hora de nuestra vida a atestiguar que al frente de la nación hay un personaje pequeño y demencial.
Lo peor del asunto es que no sorprende que una vez más deje ir la oportunidad de comportarse como un estadista, como un político de altura y como un gobernante responsable.
Lo malo de esto es constatar que vive en la negación o miente con descaro; o bien, que su imagen y su popularidad son más importantes que los problemas nacionales; o de plano, que ya no conecta con la realidad y por ello opta por la fantasía, como un mecanismo de sobrevivencia.
Cualquiera de las cuatro posibilidades explica el porqué, la crisis del Covid19, le “cae como anillo al dedo”. Por lo visto su modelo de gobierno necesita la ruina nacional para implantarse. Su modelo de gobierno tiene como precondición la precarización laboral, el deterioro del capital privado, el crecimiento de la informalidad, la desaparición paulatina de los emprendimientos. Su modelo presupone la enfermedad y la muerte, solo así, su visión estatista y su “política social” serían consideradas paradisíacas; y solo así, su idea de gobierno tendría una justificación: acumular todos los recursos (como recientemente lo ha hecho con los fideicomisos nacionales) para que el pueblo bueno y dependiente venga a comer de su bondadosa y cristiana mano.
Hoy lunes el país se despierta igual que ayer, en la incertidumbre, sin datos confiables sobre el tamaño del problema que tenemos por el COVID19, y sin un plan nacional para contener la caída de la economía, la pérdida masiva de empleos, el cierre de negocios y la quiebra de empresas.
Los mexicanos no necesitábamos un informe, necesitamos que Amlo y su gobierno construyeran certezas, pero Morena, Amlo y la 4T, no están a la altura de los problemas.