El PAN Jalisco está por realizar el relevo de su dirigencia estatal. Indistintamente de quienes aspiran a dirigir los destinos de este partido político, hay una serie de cosas que valen la pena poner en el horizonte.
En primer lugar, una breve retrospectiva de la desagracia panista. Hay muchas razones que permiten entender qué fue lo que le pasó al PAN para, en dieciocho años, perder el capital social y político que logró, luego de décadas de una lucha democrática genuina, que podrían resumirse en dos grandes campos, la actuación que tuvo el PAN como gobierno y la actuación del PAN como partido político.
Durante los 18 años que el PAN gobernó en el estado y en muchos municipios, no fue posible identificar un modelo de gestión netamente panista. De un municipio a otro, de un sexenio o trienio a otro, variaban las políticas y los estilos de ser gobierno.
El PAN fue el partido que, pudiendo haber cambiado la historia política del país y del estado, decidió mantener intocado el sistema político imperante. La gran oportunidad del cambio se fue desdibujando.
El PAN no quiso o no pudo romper con las viejas prácticas que tanto criticó y de igual forma no desmanteló las instituciones clientelares que le permitían al PRI tener un férreo control de todo tipo de organizaciones.
Como partido, poco a poco se fue transformando en una organización sin alma. Replicó hacia adentro modelos y esquemas antidemocráticos. Pasó de tener grupos internos cuyas diferencias se dirimían debatiendo, a grupos internos dedicados única y exclusivamente a la lucha por el poder, por los espacios laborales y por los presupuestos.
En ese proceso, el PAN comenzó también a alejarse de la sociedad. En la ceguera del poder, perdieron el contacto con grupos sociales y organizaciones, volviéndose un partido sin representación social y sin conexiones sociales.
La lejanía y el envilecimiento de la función pública le fueron cobrando factura a partir de 2009. Aún entonces no se entendió el mensaje que la sociedad le estaba dando al PAN. El resto es historia.
El relevo de su dirigencia, podría convertirse en una oportunidad, esto, siempre y cuando se hagan las preguntas correctas respecto al qué y por qué de su quehacer político.
El próximo dirigente del PAN debe entender el momento histórico y olvidarse de metas electorales a corto plazo. La tarea urgente es la reconstrucción interna, el volver a ser un instrumento de los ciudadanos, en volver a ser un referente del debate de ideas, en volver a ser un partido responsable y no un botín.
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