Hace tiempo que en el gobierno federal los escándalos dejaron de ser una excepción para volverse la regla. Han renunciado funcionarios de alto perfil que, al poco tiempo, se convirtieron en fuertes críticos de la administración; Carlos Urzúa y Germán Martínez, los más visibles.
El halo familiar del Presidente se ha visto envuelto en una trama de favoritismo, escándalos de corrupción y conflicto de interés. Felipa Obrador, la prima que recibió millonarios contratos en Pemex; Pío y Martín López Obrador recibiendo dinero en efectivo a nombre de su hermano. Su hijo, José Ramón López Beltrán, habitando la casa de un ex directivo de una empresa petrolera que ha recibido ampliaciones multimillonarias en Pemex, y, por otra parte, afirmando ser empleado de una empresa relacionada con Vidanta, cuyo propietario ha recibido diversas concesiones de playas durante este sexenio.
El nuevo episodio que retrata de cuerpo completo la complicidad del presidente con la corrupción, y de paso, exhibe su doble moral, es el pleito entre el fiscal Gertz Manero, el exconsejero jurídico de la presidencia, Julio Scherer y también, el rol, de la exsecretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, en una trama de intrigas, traiciones, corrupción y venganzas personales, que también tocan al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldívar.
Algunos analistas hablan de la implosión del gobierno. No hay tal cosa, porque, de entrada, no hay un gobierno institucional, existe un autócrata que acumula todo el poder y una serie de actores subyugados en torno a él. Lo que vemos es más ordinario, es la consecuencia de haber llenado a una institución con perfiles con pasados sospechosos y que actúan guiados por intereses personales.
La permanencia de Gertz Manero al frente de la fiscalía, luego de los audios que lo incriminan, así como la carta de Scherer, sugieren que Gertz Manero tiene el toro por los cuernos, incluido a López. Por su parte, la libertad de Scherer, o la cárcel, dependerán del cálculo político y del daño que pueda recibir la imagen de López Obrador. Apostar por “su amigo” o apostar por el hombre en el que depositó la confianza en el combate al crimen. Por su parte, para Olga Sánchez Cordero, becada en el Senado, solo queda por delante el merecido descrédito por haber contribuido a minar la legalidad en el país, y por haberse confabulado con Gertz en su misión de destruir a Scherer. Del ministro Zaldívar, no hay mucho qué decir. Su parcialidad y entreguismo al poder en turno, le auguran un lugar en la historia del desprestigio. Un hombre llamado a hacer la diferencia, terminó por ser indiferente y cómplice de los atropellos más cínicos al Estado de Derecho.
Frente a Gertz, López luce débil y temeroso. Lo sostiene por miedo, no por convicción. Cuando López dice que le tiene confianza, en lo que confía es en el pacto de impunidad que trazaron juntos, un pacto típico de la mafia.
Cada día que Gertz Manero se mantenga al frente de la fiscalía, se confirmará que la cuarta transformación es un proyecto de simulación, mentira, corrupción y complicidades, auspiciadas desde la presidencia misma.
Frank Lozano