México perdió, no hay otra forma de leer el final del primer round real entre la administración Trump y la del Presidente López Obrador. La batalla no fue fácil, se inserta en una guerra más amplia en la que el gobierno mexicano no tiene control: la permanente campaña en la que se mueve Donald Trump, misma que tiene en la frontera sur de Estados Unidos el combustible que le permite al mandatario americano sostener su narrativa.
La pregunta obligada ante el acuerdo logrado por la delegación mexicana en Washington, es, ¿militarizar la frontera es una mejor solución que enfrentar la medida arancelaria?
La respuesta es compleja pero la disyuntiva arroja pistas. La posible guerra comercial que propiciaría entre ambas naciones la imposición unilateral de un arancel del cinco por ciento a los productos mexicanos, contaba con opositores en ambos países.
De entrada, muchos congresistas republicanos, quienes de inmediato se opusieron a la medida al sopesar el impacto negativo que la medida tendría en sus electores. En segundo lugar, los propios empresarios y productores americanos y en tercer lugar, los consumidores de aquel país; una lectura rápida de las interacciones digitales a los tuits de Trump, da una idea de cómo, el público norteamericano en general, mostraba su desacuerdo con la medida.
Un lobby de gran calado, junto con una estrategia diplomática mexicana internacional e incluso, como lo hizo Peña Nieto al responder a una medida similar, al establecer aranceles adicionales a 25 productos americanos, se habrían convertido en un lastre social, económico y político para el presidente Trump.
No obstante, la delegación mexicana optó por la capitulación. El gobierno mexicano de “izquierda” cedió soberanía al permitir que un gobierno extranjero definiera su política migratoria y defendió el libre comercio.
En los hechos, México será un tercer país seguro para Estados Unidos, pasando de ser el patio trasero a un centro de detención de migrantes. El muro de Trump, es ahora el muro de Amlo, quien ahora tendrá la responsabilidad de dar empleo, educación y alimentación a los migrantes, agregando presión fiscal a las finanzas nacionales.
¿Se debe celebrar la derrota de nuestra política interior y la militarización de la frontera sur? ¿se debe celebrar la derrota humanitaria de los migrantes? ¿se debe celebrar un acuerdo que será revisado dentro de 90 y que, sin duda, Trump aprovechará para volver a escalar en su narrativa y exigirle más al gobierno mexicano?
Sinceramente, no. Las derrotas no son motivo de júbilo. Mientras por un lado, Amlo habla de dignidad y soberanía, en los hechos, su gobierno y el país han sido humillados y la soberanía vulnerada.
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