1. No recuerdo otra Semana Santa, ni siquiera las vividas en aquellos años de tanta inseguridad, en que el espectro de la muerte lo sintiéramos tan cercano. Basta asomarse un poco a la prensa escrita o electrónica, a las redes sociales, a los terribles datos estadísticos y a las conversaciones entre familiares y amistades, para constatar que el tema está presente como nunca antes. La percibimos muy cerquita.
2. Es cierto que la hemos abordado cuando nos impacta de cerca, al fallecer un ser querido o cuando pasan los años y sabemos que ella se acerca de manera irremediable, o cuando una terrible enfermedad nos invade y nos dirige hacia esa etapa final de nuestra vida. Pero ahora es diferente y tenemos miedo de morir o de que mueran las personas amadas, o de que el virus impacte a los más desprotegidos.
3. Y coincide esta inquietud con la celebración del Viernes Santo, día en que conmemoramos, precisamente, una muerte, la de Jesús de Nazaret. Conviene recordar dos elementos fundamentales que rodearon su fallecimiento y que se expresan en dos preguntas: ¿por qué murió? y ¿por qué lo mataron? Y es que una cosa es la entrega hasta la muerte de Jesús, y otra el porqué se la infringieron.
4. ¿Por qué murió? Es fácil responder que por nuestra salvación. En efecto. Pero también conviene recordar que murió por ser fiel a sí mismo y a su Padre Dios, por el estilo de vida que llevó, porque no le importó entregarla a cambio de defender sus convicciones, porque amó hasta el extremo. El valor de su muerte no está tanto en el dolor que sufrió –y mucho, muchísimo–, sino en la motivación que tuvo.
5. ¿Por qué lo mataron? Por dos motivos, uno religioso y otro político. Primero, porque se proclamó Hijo de Dios, y ello sirvió para que lo acusaran de blasfemo. Sin embargo, el verdadero problema es que predicó a un Dios incómodo, lejano del poder y del autoritarismo. Se negó a ser servido, y proclamó al servicio, al amor y no al odio, como los paradigmas divinos. Por eso lo matan las autoridades religiosas.
6. Pero también las autoridades civiles vieron en Él un peligro. Y es que no solo representaba un potencial alzamiento en contra de los intereses romanos, que tenían en Palestina una fuente importante de recursos, sino también la desautorización del César como dios, lo que impactaría en la autoridad del emperador, siempre cuestionada por los judíos. Por eso lo mataron las autoridades civiles.
7. Cierre ciclónico. Ojalá y no se nos olvide cuando pase la contingencia, porque pasará, que los verdaderos héroes no son ni los deportistas profesionales, ni quienes se dedican al espectáculo, ni los financieros, ni los políticos… ni los sacerdotes. Que recordemos, cuando termine la tormenta, porque terminará, que los verdaderos héroes son los médicos y las enfermeras, enfrentando a diario a la muerte.
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