1. Creo que en pocas ocasiones como en este año, el Día del Maestro, celebrado el pasado martes, ha tenido tanta complejidad. Lejos quedaron las imágenes de María Félix en Río Escondido, recibiendo del presidente de la República la misión de llevar el pan de la educación a los niños hambrientos de clases. La magistral actuación de La Doña reflejaba lo que se pensaba de las maestras: verdaderas apóstolas, cuya vocación solo se equiparaba a la del cura y el médico. Hoy, la tan debatida reforma educativa ha afectado notablemente…
2. … a los mentores, al punto de ser considerados, en su mayoría, casi como delincuentes, más dedicados al alboroto que a la enseñanza. Más allá de los casos reprobables, que los hay, me parece que somos muy injustos con quienes se dedican de manera profesional a la educación, y releyendo el informe a la Unesco de la Comisión Internacional sobre la Educación para el Siglo XXI, me encuentro con los cuatro pilares de la educación, agenda de la reforma educativa y tarea para quienes somos maestros –todos–.
3. Aprender a conocer, es la primera columna. Ahora los alumnos necesitan una cultura general suficientemente amplia, con un pequeño número de materias en las que se profundizará el conocimiento. Las carreras universitarias del futuro, por ejemplo las ingenierías, cada vez serán más amplias y menos especializadas, para permitirle al alumno un vasto conocimiento ingenieril. Además, este pilar supone aprender a aprender, es decir, discernir entre el cúmulo de información disponible, y adquirir el hábito de desarrollar la propia curiosidad.
4. El segundo sostén es aprender a hacer. No se pretende, entonces, formar personas muy capacitadas en cuestiones teóricas, sino también hábiles para la ejecución práctica. La inteligencia de una persona ya no se medirá por la cantidad de información acumulada; ni siquiera por su talento para relacionar esos datos, sino por su destreza para concretar aquello que sabe. La innovación y la creatividad serán requisitos indispensables en los futuros profesionistas, y ya no será suficiente el repetir lo que enseñan los maestros.
5. Aprender a convivir es el tercer cimiento, porque en el futuro será fundamental el trabajo en equipo, y porque el pluralismo, el diálogo, la inclusión y el respeto a los demás serán los valores más importantes. Los grandes flagelos de la actualidad, como las guerras y la violencia doméstica, se solucionarán si aprendemos a comprendernos mutuamente. La globalización creciente ha hecho que la interdependencia sea cada vez mayor, y debemos aprovechar la riqueza que ofrecen las posiciones diferentes a las propias.
6. El cuarto y último puntal, quizá el más importante, es aprender a ser. Las facetas de nuestra personalidad que se explorarán, según la citada comisión que tituló su informe La educación encierra un tesoro, serán el razonamiento, la memoria, el sentido estético, las capacidades físicas, la aptitud para comunicarse, etcétera. La educación, a fin de cuentas, lo que debe pretender es que seamos mejores personas, con capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal. Ojalá y la reforma educativa en nuestro país considere estos pilares.
7. Cierre ciclónico. Estudié la primaria en el Instituto Regiomontano, de los Lasallistas. Tuve por compañeros a hijos de las familias más ricas de Monterrey, como a becados –tal fue mi caso– pertenecientes a la clase media, o surgidos de sectores muy humildes. Sí, recibíamos clases de inglés, pero también de civismo y religión. Casi no se notaban entre nosotros las evidentes diferencias socioeconómicas. La figura de San Juan Bautista de la Salle –educador de niños pobres– era emblemática. Ahí me enseñaron a conocer, a hacer, a convivir… a ser.
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