Recientemente, del 12 al 15 de este mes, se celebró el Campeonato Nacional de Basquetbol U-15 femenil en la cuidad de Guadalupe, Zacatecas.
Una gran fiesta a donde jugadoras de 30 estados del país acudieron a mostrar sus talentos buscando la victoria.
Resultó ganador un equipo que en una sede neutral no habría pasado de la fase eliminatoria, no sólo por la calidad de su juego, sino porque hubo una serie de sorpresas como el grupo y la sede a modo, fuera de la oficial: Guadalupe, Zac.
Nada qué ver con el nivel de juego de escuadras como Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Sonora, CDMX y Veracruz, por mencionar algunas que dieron muestra de su poderío en la fase eliminatoria.
Que llegara Sonora a la final no fue sorpresa, pero sí lo fue que llegara Zacatecas siendo un equipo de menor talla, así como pobreza de juego de poder bajo el tablero.
Una final floja, insípida, empañada por intereses ajenos para volver triunfador a un equipo pobre, hábil en los movimientos de sus jugadoras de baja estatura, pero muy limitado ante jugadoras norteñas con estaturas superiores a 1.80m que igual jugaban bajo el tablero como a la distancia, con habilidad incisiva y certera en el tiro, algo que había demostrado en sus juegos preliminares.
Hubo juegos eliminatorios de mucho más nivel competitivo que el que cerró el evento.
Por citar algunos: Chihuahua- Coahuila; Sonora–Chihuahua; CDMX–Nuevo León, Veracruz–Coahuila, Chihuahua–EdoMex.
¿Qué enseñamos a nuestros jóvenes? Veo con tristeza que, en lugar de enseñar la cultura del esfuerzo máximo, si se quiere ganar es mejor conseguir un “padrino” que ayude, dejando de lado el desarrollo de la competitividad.
Y luego nos preguntamos por qué hay atletas que, desilusionados de las autoridades deportivas del país, prefieren competir por otro que sí les apoya, que está dispuesto a apostar al talento, a favor de la competitividad y no por un interés diferente al deportivo.
Victor.Elizalde@iberotorreon.edu.mx
